lunes, 14 de marzo de 2016

Mi experiencia con la Editorial Bruguera

EL FERMENTO DE UN  GUIONISTA DE TEBEOS                                                             En 1961, a la edad de 19 años, llevado por mi afición y aconsejado por un guionista  conocido, me apresté a llevar a la Editorial Bruguera un argumento escrito por mí. Pretendía que fuera dibujado por cualquiera de los dibujantes realistas que trabajaban para la editorial. En aquel tiempo, la empresa ocupaba las dependencias administrativas en la calle Camps i Fabrés de Barcelona.

¿Cómo había surgido el proyecto? De la manera más sencilla. Un conocido del barrio del Poble Nou donde vivía, en sus ratos libres se dedicaba a confeccionar textos para novelas populares y tebeos. Vista mi afición hacia la historieta, me animó a escribir algún guión. Para ello, me dio unas cuantas lecciones prácticas sobre la construcción de la línea argumental y plástica, aleccionándome en gran manera para que lo intentara.

Tras darle muchas vueltas y compaginando el trabajo que entonces ejercía en una empresa textil, me puse a escribir un guión corto de historietas. Después de releerlo varias veces, se lo presenté a Bartolomé. Él, corrigió un par de escenas y sus correspondientes planos.

Cuando entendí la mecánica del guión, me puse a teclear aceleradamente sobre la máquina de escribir Hispano Olivetti de mi casa. No paré de darle a la herramienta hasta que hube terminado el trabajo. Del intento, salió un guión para tebeo de mayor extensión. El argumento era el de un personaje justiciero inspirado en las lecturas de mi juventud y posiblemente era bastante malo.

Una semana más tarde, abusando de la disposición de Bartolomé, le hacía leer los textos  de aventuras de mi cosecha. Le pedí que hiciera una crítica pura y dura. Estaba dispuesto a encarar estoicamente, el que hubiese compuesto un ladrillazo. Barto, después de tres o cuatro rectificaciones que él consideró mejorables, lo vio totalmente pausible y me habló sinceramente. El personaje de acción que yo había creado lo encontraba bastante bueno y posiblemente, interesaría a más de un editor.

Me quedé gratamente sorprendido con el punto de vista de Bartolomé. Animado por sus consejos y espoleado por la visión del medio que arrastraba, decidí dar los pasos posteriores. Así, una vez corregido el texto del héroe de acción y con el soporte moral del guionista, aprovechando una gestión que debía hacer fuera para la empresa donde laboraba y vestido con el traje que lucía los días festivos, los pies me llevaron  directamente a la dependencias de Bruguera.

UNA VISITA A LA EDITORIAL BRUGUERA                                                                           En aquel momento, la empresa era una referencia importante y la primera del panorama tebeístico barcelonés y español. Todavía estaba lejos de alcanzar su máximo nivel mundial. Mas, tardaría pocos años en lograrlo.Cuando entré por la puerta de la Editorial Bruguera tengo que confesar sinceramente que la emoción me embargaba.

Afloraban las preguntas normales ¿Les gustará el guión? ¿Encontrarán interesante publicarlo? ¿O tal vez lo rechacen?  Mis cavilaciones se disiparon pronto cuando la voz de una joven muy correcta me preguntó desde su puesto de información cual era el motivo de lo que deseaba.

Le expliqué el motivo de i visita. Deseaba entrevistarme con la persona que dirigía el Departamento literario o artístico de la editorial. Ella, me indicó que aguardara un momento. Acto seguido, echó mano del teléfono e hizo una llamada breve. Al cabo de cinco minutos, que me parecieron un siglo, se presentó la Secretaria del Director Técnico de la editorial.

Me recibió cordialmente. Después de saludarnos, me dijo que su jefe el Sr. Rafael González era quien debía haberme atendido. Por encontrarse en una reunión me pidió que le dejara el guión que llevaba conmigo y se lo entregaría en mano. Caso de que en el plazo de 15 días no hubiese recibido ninguna respuesta por parte de la editorial, podía pasar a recoger mi escrito. El hecho comportaría que había sido rechazado. Nos despedimos. Yo salí de Bruguera escopeteado de moral.

Pero, al mismo tiempo, los nervios empezaron por apoderarse de mí tan pronto pisé la calle. El corazón empezó a latir aceleradamente. Quería tranquilizarme y a la vez era incapaz de poder hacerlo. Entré en el primer bar que me tropecé camino de casa y pedí una limonada fría. En cuanto estuve refrescado, pagué la consumición y me marché. En el tranvía de regreso al hogar, pensé que la espera se me haría larga.

Preferí callar la visita a Bruguera a mis padres. Si la cosa resultaba y la empresa aprobaba quedarse el personaje, les daría una sorpresa, especialmente a mi padre a quien la lectura de tebeos y novelas le parecían una simpleza. Pese a mis temores la espera fue corta. Cuarenta y ocho horas después, recibí la llamada de la Secretaria citándome aquella misma semana para sostener una entrevista.

LA FRUSTRACIÓN                                                                                                                  Estaba especialmente contento tal como se presentaban las cosas y empecé a divagar y a hacer planes de futuro. Para el día de la entrevista pedí una jornada de asueto en la empresa --donde me parecía que perdía el tiempo--, para resolver asuntos propios. Llegada la hora enfilé camino de la editorial. Una vez allí, me atendieron cortesmente igual que en la inicial visita. La Secretaria me hizo pasar inmediatamente al despacho del Sr. Rafael González. Al interfecto, le eché una mirada rápida.

González, era un hombre de espigada estatura y de complexión delgada. Unas facciones muy marcadas enmarcaban unos ojos acerados que parecían perforar todo cuanto caía al alcance de sus ojos. Nos estrechamos las manos. Segundos después de sentarnos, el anfitrión pasó enseguida a hablar del tema. Con toda claridad me comentó que el guión –estaba abierto al lado de su brazo izquierdo--, había gustado mucho al Comité Asesor de la editorial. Mi corazón empezó a agitarse y se puso en marcha como si corriera una competición de velocidad. Se paro repentinamente cuando González continuó hablando.

-Señor Delhom. La empresa puede darle trabajo como colaborador externo. Es decir, de momento, usted trabajaría en su casa. Dentro del tiempo acordado, nos iría suministrando los textos de las historietas que se le encargaran. Debo decirle, que hoy por hoy, nuestra necesidad mayor es disponer de guiones de EL CAPITÁN TRUENO.

EL CAPITÁN TRUENO-Extra nº16 - Inicio (1960) Ambròs-Víctor Mora  

El alma se me cayó a los pies. ¡Yo que pensaba con mis héroes y me ofrecían redactar  textos para una publicación creada por otros autores!. Aquello me parecía de mal gusto. Entonces, no comprendí que las editoriales estaban para ganar dinero. ¡Pasaban de lo sueños románticos de un aficionado!  Mi héroe de ficción a lo que se ve, poco interesaba. El guión policíaco escrito por mí, de nada se parecía al medieval porqué era continuar , con las aventuras de EL CAPITÁN TRUENO. Contesté.

-Señor González, lo siento de verdad. Mi deseo era que ustedes dieran a dibujar mi guión a cualquiera de los dibujantes que estuvieran actualmente trabajando para Bruguera. No me interesa seguir escritos creados por otros autores. Agradezco su propuesta. Lamentandolo mucho debo decirle que esta posibilidad no me interesa.

-¡Qué lástima-contestó González. -Le podríamos pagar un precio aceptable para empezar. Luego se lo aumentaríamos con el tiempo. Si se lo piensa y decide trabajar con nosotros, aquí tiene las puertas abiertas para cuando usted guste.

Después, volvimos a saludarnos y me marché entre decepcionado y contento de Bruguera. Satisfecho porqué comprendí que a pesar del fracaso servía para confeccionar guiones para los tebeos. Una pena al ligar el trabajo de escritor con puntos de vista equidistantes por parte de la editorial y estar en desacuerdo con el trabajo a realizar. Salí bien de una prueba a pesar del resultado último.

                                  EL REY DE LA JUNGLA nº7 - (1948) - Pedro Alférez-Pedro Quesada

De vuelta al hogar, decidí dejar la propuesta como guionista profesional porqué era poco interesante económicamente. A pesar de que los números planteados por la editorial   estaban ligeramente por encima de lo que ganaba en mi empresa, debía hacerme autónomo por lo que perdía en ingresos caso de escoger esta solución. Además, la cobertura que daba la Seguridad Social era mucho más amplia si era empleado.

En lugar de buscar otras opciones para mi guión, decidí tirarlo a la papelera, cosa que al final cambié por aparcarlo en el baúl de los Proyectos irrealizables. Con el tiempo, lo llené de otros intentos. Me prometí y creo haberlo cumplido, que jamás volvería a presentar ningún otro texto para ser editado por ninguna editorial comercial. Seguiría como simple aficionado a los tebeos, lo que siempre había sido. ¡Y así acabó aquel intento!

PERMISOS DE EDICIÓN POR PARTE DE BRUGUERA                                                         No obstante, la buena impresión que me causó a primeras de cambio Bruguera y su cabeza visible Rafael González, me sirvió a partir de 1975 y siguientes, cuando estaba al frente de la sección editorial del CAH. En esos años, le mandé una carta a González para que autorizara la redición de alguno de los personajes de la editorial.

El material correspondía a la  década de 1940. Una semana más tarde, recibía la autorización de editar varias de las opciones escogidas y de forma gratuita. Me puse la mar de contento al haber logrado su aprobación.

La explicación de ser un Club de aficionados a los tebeos, con un tiraje bajo y sin ánimo de lucro, convenció a González del todo. Aparte, con el escrito le remití unos cuantos Boletines y unas muestras del personaje DICK NORTON publicado por el CAH. De esta manera, pudimos editar en un corto espacio de tiempo los cuadernillos de EL REY DE LA JUNGLA, AGUILA NEGRA y EL CABALLERO DE LAS TRES CRUCES junto con el álbum SANGRE EN BIZANCIO.

EL CABALLERO DE LAS TRES CRUCES nº 1 - Inicio (1948) Angel Pardo-Pedro Quesada

Cada vez que remitía a Rafael González alguna de las rediciones emprendidas en el CAH, recibía la correspondiente llamada de teléfono, agradeciendo el envío de varias  colecciones. Eso me animó años más tarde para.... No quiero adelantar acontecimientos y con esta líneas cierro este capítulo de mi experiencia positiva con la Editorial Bruguera.
Poco después, entablaría una larga y provechosa relación personal con Rafael González. Esto lo cuento en otro larguísimo Capítulo de ENTRE TEBEOS, dedicado a su persona.

(FIN DEL CAPÍTULO)



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