¡Era
Antoni Miquel! La emoción nos
embargó a los dos, estrechándonos en un fuerte abrazo. Era un visitante
inesperado. Le hice pasar, le invité a tomar café y bebidas, con un trozo de
pastel que mi padre había comprado en una pastelería del barrio y...entramos en
confidencias.
Miquel me contó que un año después de abandonar yo el internado, su madre hizo lo propio con él, cuando logró colocarle de botones en una entidad de crédito barcelonesa. Allí fue ascendiendo hasta lograr ocupar el puesto de Auxiliar Administrativo, tras superar los exámenes pertinentes. Le felicité. Era un joven alto, apuesto y con un rostro que irradiaba simpatía. Fue el unico amigo de mi primera infancia.
Miquel me hizo una revelación casi en secreto. El Domingo por la tarde de cada semana, iba a practicr el deporte del frontón a mano, en un recinto deportivo que su empresa dejaba a los trabajadores que querían participar dentro de sus paredes. Cada empleado, podía llevar a la gente que quisiera tomar parte en los lances del juego.
Me
dijo si deseaba acompañarle aquel mismo día. La respuesta fue afirmativa. La
experiencia anterior que tuve de acompañar al sobrino de mi vecino durante un
tiempo, salió rana. Era un chico complicado y preferí salir sólo antes que con
él. Me metió en algun problema sin buscarlo y zanjé la cuestión, de la mejor
manera. Nos separamos amigablemente.
En
aquel momento, la situación se presentaba diferente. Marché de casa acompañado
de mi amigo y nos dirigimos al pabellón deportivo. Una vez llegados allí, Miquel
se apresuró a presentarme a los distintos jóvenes. Uno o dos, eran compañeros
suyos en el trabajo, el resto amigos y vecinos.
Con
aquel grupo y gracias al juego de frontón que duró casi un año, se estableció
una rivalidad emocionante que durante unos meses iba subiendo de grado. Allí
conocí y me relacioné con gente de mi edad, animados y animosos. Como olvidar a
Josep Codina, Gassó, Fermín, al propio Miquel
junto a otros participantes.
Los
duelos amigables nos acercaron de tal manera, que nuestras vidas se
entrecruzaron durante varios años. Aquellas competiciones acabaron pronto,
cuando la entidad bancaria, su propietaria, se deshizo del frontón vendiéndolo
a una constructora. ¿Qué hacía yo los domingos por la mañana? Pues, seguir
visitando el Mercat de Sant Antoni,
comprando todos los tebeos que podía y algunas novelas.
GUATEQUES,
TEBEOS Y ALGO MÁS Uno de los más asiduos
al frontón, el inolvidable Codina, en cierta ocasión me invitó a una fiesta particular que iban a celebrar
en su casa, a escasos 200 mts. de la mía. En aquella reunión, con el grupo del
frontón y otros que se nos unieron, comimos alguna cosilla, bebimos y también
bailamos – mis compañeros habían conseguido reunir varias chicas con alguna
madre vigilante--, por si nos pasábamos.
En
aquellos tiempos, las menores iban acompañadas de sus mamás. Recuerdo
especialmente a unas jóvenes simpáticas y llenas de vida. Acuden a mi memoria
los nombres de Pilar, Gloria, Angelina, Mercè, Mª Angels, Carmen, Ofèlia y
alguna más, cuyo nombre he olvidado.
Hay
que decir que en aquel círculo jamás hubo ningún incidente, salvo una sorpresa
un tanto desagradable que contaré más adelante. De allí, reunimos a mucha gente
que queria compartir las veladas con nosotros. Aquello resultaba imposible
porqué la casa de Codina era grande
más de capacidad limitada. Buscando, no encontramos ningún hogar particular
para celebrar lo que luego seria conocido como “guateques”. Entre los
invitados, siempre encontré alguno para intercambiar algún que otro tebeo. Al
anfitrión nunca le interesaron.
Ese tiempo divino en convertirme en un
aficionado al teatro amateur durante
unos años. Un conocido de Codina, entusiasta de la farándula y de la
zarzuela, nos animó a formar parte del cuadro escénico del Ateneo Colón de
Poble Nou. Allí compartí escena con
mi amigo junto a Gassó –que pronto se desanimó y lo dejó--, Canet y
Bona.
Interpretamos diferentes papeles para la escena
tanto satíricas como dramas como, EL DIFUNTO ES UN VIVO y BRIGADA 21. Tomamos
parte también—como componentes del coro y algun papel--, en la realización de
diversas operetas y zarzuelas: LOS GAVILANES, LA VIUDA ALEGRE, o CANÇÓ D'AMOR I
DE GUERRA. También pasé a actuar en otras zonas de Barcelona y para otras compañías
teatrales que quisieron que colaborara con ellos. Allí conocí a Gema Maset,
una gran actriz que nunca quiso profesionalizarse.
Actué, aparte del Ateneo Colón en
otros puntos como fue el Casino La Alianza, la Cooperativa
Paz y Justricia, Educación y Descanso, etc. Incluso estrenamos la obra
humorística, MAGNÈSIA —en catalán, en 1960 aproximadamente--, cosechando un
éxito total tanto el autor como todo el grupo escénico. Recuerdo, que fue una
de nuestras actuaciones más sonadas con Codina, Gassó y Canet,
de compañeros de reparto.
La actividad teatral no impedía que algún
atardecer veraniego, cuando nuestro respectivo trabajo lo permitió, con Bona
recorrimos de punta a punta la Rambla de Poble Nou. Intentábamos arreglar
nuestro mundo, cosa que hoy desgraciadamente, sigue estando igual de mal. ¡Los
pies respectivos pudieron hablar extensamente sobre los kilómetros
recorridos!
NICOLÁS nº1- Inicio (1949) - Portada: García Lorente
También comentábamos sobre nuestra afición compartida ¡los tebeos! Y mi amigo continuaba con la lectura y adquisición de costumbre. Eran las publicaciones PULGARCITO, TBO, JAIMITO y NICOLÁS. Era su entorno tebeístico junto a la lectura literaria y la música clásica en la cual me introdujo poco después.
UN EXTRAÑO EN NUESTRA VIDA Con el grupo de Codina, un día se nos unió una persona desconocida al que llamaremos Benet, por el mal recuerdo que me trae. Por mediación de su madre, una clienta de la drogueria de la propiedad de los Codina, se interesó para que su hijo se incorporara a nuestras reuniones. Al principio todo fue bien. Su alegría exagerada, parecía un torrente desbordado. Pasaron un par de meses y nunca faltó a ninguna de las celebraciones. Incluso se interesó por la farándula de la que formábamos parte Canet, Codina, Gassó y yo.
Si bien Benet, tenía una simpatía que parecía natural a primera vista, estaba poco dotado para la interpretación, lo que hacía de forma exagerada y sin naturalidad, por cuanto parte de su vida --nos enteramos más tarde--, era puro teatro. Se olvidó del arte de Talia y siguió acudiendo a las veladas dominicales. Un día sin previo aviso, se presentó en casa de Codina, con un par de bellezas de aquí te espero. Altas, esbeltas, guapas y maquilladas convenientemente.
Las jóvenes, lucían unos vestidos sacados de la última moda de aquel año y la llevaban encima con naturalidad. A la mayoría de chicos, las recién llegadas, nos llevaban 2 años de edad y nos empezó a caer la baba al verlas. Nuestras miradas empezaron a converger sobre las curvas que se presentaban a nuestra vista y los amplios escotes que descubrían sus cuerpos.
Igual que mis compañeros, me quedé turulato de ver aquellas beldades. El resto de nuestras invitadas empezaron a ponerse nerviosas y a pasarlo mal. En conjunto, ellas tampoco desmerecían. En las distancias cortas salían perdiendo, porque eran chicas normales, nada sofisticadas y utilizaban pocos afeites. Las otras eran una apariencia estética. Intenté remediar la situación, empezando a bailar con las “habituales”.
Al
final, me incliné por atraer a una de las “nuevas”. Con los taconazos de aguja
que llevaba, por lo menos, me sacaba 3 centímetros.
La chica pareció desentenderse de la altura y se puso a bailar como una condenada, arrimándose a base de bien. La sorpresa la tuve, cuando salió a relucir mi afición y me dijo que era una admiradora de los tebeos de EL CAPITÁN TRUENO que había leído. Aunque ésta nunca fue mi colección favorita, sí adquirí los primeros 20 números, plantándome allí. Mi emoción al encontrar una chica con la que compartir aficiones hizo que todavía me pegara más a ella. La ilusión, el ensueño y el paraíso, duró sólo una larga tarde...
La chica pareció desentenderse de la altura y se puso a bailar como una condenada, arrimándose a base de bien. La sorpresa la tuve, cuando salió a relucir mi afición y me dijo que era una admiradora de los tebeos de EL CAPITÁN TRUENO que había leído. Aunque ésta nunca fue mi colección favorita, sí adquirí los primeros 20 números, plantándome allí. Mi emoción al encontrar una chica con la que compartir aficiones hizo que todavía me pegara más a ella. La ilusión, el ensueño y el paraíso, duró sólo una larga tarde...
¿Por qué cuento toda esta situación y mento al grupo de Codina, cuando aparentemente nada tiene que ver este grupo con la historieta? Por la sencilla razón, de que fueron parte indeseada de dos situaciones desafortunades, una de elles, relacionada directamente con los tebeos. Porqué el “simpático” Benet, con su actuación, nos hizo dos jugarretas que afectaron en mayor grado a Gassó y a mí.
Hasta entonces, salvo algunos intentos de salir con alguna conocida, poca suerte tuve hasta entonces con las chicas. C., la escultural recién arribada al “guateque” y con la que pasé una sesión agradable y bien calurosa, me dió sus señas para que la fuera a visitar a su casa. ¡No me lo podía creer. !Aquella impresionante mujer aceptaba relacionarse con un chico algo menor que podía muy bien pasar por su hermano pequeño¡ Mas las apariencias fueron engañosas.
El día que llamé a C., por teléfono, quedamos en la portería de su casa. Después de estrecharnos la mano –los besos eran infrecuentes en ese tiempo--, nos fuimos a un bar cercano y charlamos. El mundo pareció derrumbarse a mis pies. De buenas a primeras, me comentó de forma indirecta que era una prostituta de lujo –nunca he tenido nada contra ninguna, ni las más caras ni las económicas--, y ella creía, que Benet nos había puesto en antecedentes antes de su arribada a la fiesta.
C., empezó a contarme una parte de su vida, porqué el resto preferí ignorarla. Tanto C., como su compañera L., a quien Gassó creyó también ligar, estaban en la creencia antes de conocernos, de que éramos mayores de edad y que estaríamos dispuestos a gastarnos un buen puñado de dinero con ellas. Con tal de que no me ilusionara con C., ésta aceptó reunirse conmigo para explicarme su “profesión”. Mi falta de experiencia y mi bisoñez ante las mujeres, se despertaron de golpe. Le dije, que era sorprendente todo lo que me contaba.
Tanto si era verdad como sino, me dí cuenta que había estado haciendo el panoli. Hasta allí había llegado y trasladaba el interés que sentía hacia C., a posibles clientes, razonablemente deseosos de “catar” a una esplendorosa hembra, después de soltar la “mosca”. Nos despedimos. La deseé la mejor de las suertes. Nunca más la volví a ver, aunque por parte de Benet, en alguna ocasión C., le preguntó por mí.
Unos días después y muy enfadados, Gassó y yo, le metimos una bronca descomunal a Benet, al traer aquellas chicas sin habernos avisado a todos previamente, especialmente a Codina, el dueño de la casa. Aquella experiencia –pese al desengaño personal--, abrió las puerta del campo de mi aprecio hacia la mujer.
Si hasta aquel momento siempre se portaron bien conmigo, a partir de entonces aún fue mejor. Y eso que el encuentro con C., resultó otra más de mis equivocaciones en la vida, no por lo que ella dijo ser, sinó porqué fuí un punto cobarde, al perder una posible amistad.
Sabía
que a C., le había caído bien.
Pude intentar hacer de Quijote. Por miedo, inexperiencia o por falta de interés, deje que pasara una buena oportunidad. Y eso que durante unos meses su persona seguía estando entre mis pensamientos..... Su presencia, su cercanía, sus encantos y su perfume embriagador, siempre me parecieron un cuento de los tebeos de AZUCENA.
Pude intentar hacer de Quijote. Por miedo, inexperiencia o por falta de interés, deje que pasara una buena oportunidad. Y eso que durante unos meses su persona seguía estando entre mis pensamientos..... Su presencia, su cercanía, sus encantos y su perfume embriagador, siempre me parecieron un cuento de los tebeos de AZUCENA.
Como uno del grupo soltó la lengua más de la cuenta, la madre de Codina tuvo un disgusto descomunal. Y prohibió a Benet que jamás volviera a llevar una mujer a su casa. La cosa parecía haber acabado, pero continuaron las bromas de Benet. Enterado de mi afición por los tebeos, me pidió un buen número de ellos, según dijo para leer, pues también le gustaban mucho.
MERLÍN nº45 - Inicio ( 1942) - Phil Davies-Lee Falk
Mi
imprudencia --por desgracia, resultó ser
sólo una de ellas--, me hizo perseguir
durante meses a mis tebeos, cerca de 50 cuadernos entre personajes italianos y norteamericanos como YORGA, MERLÍN y FLAS GORDON, todos ellos,
editados por la pujante, en aquel momento, Hispano Americana.
Mis demandas cayeron en saco roto. Todo fue inútil. Un día me acerqué a casa de Benet. Su madre llorosa, me confesó que hacía días había perdido de vista a su hijo. Andaba ausente de casa. Al parecer –me enteré posteriormente--, había dejado embarazada a una chica menor y andaba desesperado, escondiéndose por el barrio.
Benet, vendió todo lo que
era comercial de su casa, incluyendo a sus revistas de historietas –en un
momento también ejerció de aficionado--, y las mías. Era el final de un ciclo
desgraciado. A Benet nunca más lo volvimos a ver. Jamás se acercó a
ninguno de los componentes del grupo como tampoco a nuestras reuniones
habituales de bailoteo.
YORGA nº17 - Inicio (1950) - Tony Chan-G. Bonelli
-Se trataba de cedernos los días festivos por la tarde, uno de sus locales para organizar sesiones de baile. Nosotros le encargaríamos nos suministrara todo cuanto consumiéramos, desde las bebidas hasta cualquier tentempié. Nos buscamos un nombre comercial y durante años seguimos con esta actividad ludica.
Un día de los clásicos encuentros con Bona, aparte de hablar de tebeos, le informé de que cada tarde de los domingos se reuniese con nosotros, si le gustaba el ambiente “guatequesco”. Mi amigo de niñez, lo tuvo pronto muy claro. Quince días después, se sumó al club de baile junto a unos 20 integrantes, entre sus amistades y conocidos.
Entre ellos Juan Cols, otro de los entrañables junto a Germán, Manel y Paco. También contacté con los viejos amigos, Canet y Veleta que rápidamente se incorporaron a los fiesteros junto a Juan Luís Gómez y José Luís de Leonardo. Y las chicas María, Amelia, Carmina y alguna más.
Esa relación cotidiana con Bona, nos unió todavía más. Ambos compartimos jornadas más que interesantes. Hasta realizar el Servicio Militar, en mis ratos libres, continué practicando deporte, hacer alguna salida teatral, proseguir las veladas de ocio compartido y comprando tebeos los domingos por la mañana en el Mercat de Sant Antoni. Con los años, Nuria, una de las chicas del grupo que aportó Bona, se convirtió en mi pareja.
Hi aquí quiero dejar constancia que la afición a los tebeos que venía desde la niñez siguió incluso hasta llegar a las reuniones con los amigos para organizar los guateques. Más de una vez, aproveché para recibir varios cuadernos que me faltaban de mis colecciones. Alguna chica me facilito números de EL COYOTE y PULGARCITO.
Por cierto, desde tiempo atrás --seguí los consejos de mis padres que siempre acertaron--, iba tomando cada vez más, la defensa del género femenino como una misión inacabable. Y la primera ocasión en que esgrimí esta deferencia –bastante impensable en aquellos años--, fue enfrentarme verbalmente con un energúmeno –por más razón, padre de una asistenta a los bailes--, cuando en una verbena celebrada en el chalet de los Codina, el sujeto en cuestión, después de empujar a su esposa, la insultó con improperios malsonantes.
En principio, pensé en dejar de asistir a la verbena porqué dos días después, tenía competición deportiva. Miquel, casi me obligó a ir con el señuelo de darme unos tebeos de EL HIJO DE DIABLO DE LOS MARES. Con ese fin, más que el de poder participar del sarao, decidí acudir a él.
EL HIJO DE DIABLO DE LOS MARES nº18 - Inicio (1949) - Boixcar-J. B. Artés
Pronto le corté la retahila al furibundo personaje. Le dije que toda mujer se merecía más respeto. También añadí, que a su edad, parecía increíble que tuviera tan mala educación y hiciera gala de modales barrio bajeros. El hombre, iracundo, avanzó hacia mí. Manifestó que aquella intromisión era inaceptable por mi parte. La sangre no llegó al río.
Se hizo un coro con muchos de los asistentes a la celebración. La mayoría se puso de mi parte. Algún padre, me comentó que el asunto era cuestión de la familia implicada. Opinaban que no debía haber intervenido. Entonces --creo que tendría unos 18 años--, les dije que delante de mí, jamás toleraba que se ofendiera a ninguna mujer.
A partir del hecho, todas las chicas me miraban distinto y la madres todavía más. Pero, mi amigos empezaron a mosquearse cuando veían que nuestras comunes amigas me sacaban a bailar más que a ellos. Por otro lado, los chicos empezaron a llamarme “el Quixot de les dones (El Quijote de las mujeres), cosa que me alegró, aunque fuese en plan de sorna.
libros PLAZA - Inicio (1957)
Más adelante, en muchas ocasiones, llamé la atención a más de un individuo impresentable cuyo trato a la mujer era deleznable. También estuve a punto de liarme a golpes por ese motivo. Como soy pactista, siempre lo evité. También, una vez amenacé –no lo hubiera hecho--, en reventar los intestinos a un fulano que tenía amedrentada a una chica con la que pretendía salir. Celoso por bailar conmigo, las miradas odiosas de aquel sujeto, nos fastidió la tarde a todos nosotros.
Incluso el malcarado, llegó a atemorizar a la joven diciéndole que llevaba siempre consigo una navaja y que la podía utilizar contra ella. Aconsejé a la chica, apenas contaba 16 años, que explicase lo sucedido a sus padres y juntos, fuesen a la Comisaría más próxima a presentar una denuncia. Caso contrario iría yo a personalmente para acusar a semejante elemento –vergonzoso representante del sexo masculino--, y a quién la policía franquista lo hubiese puesto a caldo.
En esa época, aparte del trabajo y los ratos de ocio, mi tiempo libre daba para mucho más. Rememoro lo afirmado muchos años después por el gran historietista Carlos Giménez, que la lectura y el seguimiento de los tebeos, novelas populares y otras relacionadas, --las tres últimas palabras son de mi cosecha--, te abren las puertas de par en par y te dirigen a lecturas de mayor fuste.
Libros CISNE - Inicio (1957)
Esas mismas razones, fueron las que me guiaron a escudriñar por otros recovecos de la cultura en sus diversos niveles. Pasé a introducirme en la literatura en general. Los libros PLAZA, CISNE y RENO, eran ediciones baratas de obras literarias y también empecé a bucear dentro de ese campo. Gracias a ello, pude conocer los campos de la biografía, la filosofía y la novelistica comprometida.
Colección RENO -Inicio (1959)
DESCUBRO A MÁS DE UN GRAN FILÓSOFO Sin apenas darme cuenta, lo que estuvo latente durante años subió rápidamente como la espuma convirtiéndome en agnóstico y luego en un panteísta total. El conocer el pensamiento racionalista de los gandes filósofos me abrieron la mente de forma vertiginosa y lúcida. Entendí perfectamente lo que explicaban, Sócrates, Aristóteles, Kant, etc., así como los libre pensadores Marqués de Volney, Voltaire o el mismo Nietzche, aunque de este último, me costó años descifrar su lenguaje.
Todos ellos, acrecentaron mis ansias de saber y el conocimiento deductivo. ¿Y que decir de los especulativos, Bergson y Hegel, con sus teorías sobre el panteísmo? Y eso contrariamente a lo que pudieran pensar muchos, todavía aumentaron más mi devoción por los tebeos. Empecé a analizar sin orden ni concierto, el arte que atesoraba su lenguaje gráfico y textual.
Caí
en la cuenta que las misas, los rezos, las aves marías y demás componentes
litúrgicos confesionales, eran un bonito cuento de hadas. Superaban en mucho, a
los propios tebeos de AZUCENA o MIS CUENTOS. ¡Cuanta
razón tuvieron algunos enseñantes ultra católicos y curas fanáticos en quemar
públicamente gran número de tebeos en la posguerra! ¿Tal vez barruntaron que la
lectura de los tebeos llevarían a los chavales en convertirse en descreídos?
CUENTOS DE HADAS (sin nº) -Inicio (1950 ?) - Editorial Cliper - Salvador Mestres
Otro tema diferente es hablar sobre los libros sagrados de las diferentes religiones y creencias, cosa que también quise conocer. Pero, estas crónicas ENTRE TEBEOS quieren ser otra cosa y no una exposición personal sobre la religión en general. Por tanto, declino hablar más sobre el tema. Lo anterior, puede considerarse como un lapsus necesario para poder explicar unos hechos que afectaron mi vida de lector y de creyente, cuando decidí dejar de ser esto último.
UNA DECISIÓN FUGAZ En 1961, llevado por mi afición y con los consejos de un conocido guionista de historietas, me apresté a llevar a l'Editorial Bruguera un argumento de mi inventiva. Se trataba de un personaje justiciero con nítida influencia con LA SOMBRA. Me atendió muy amablemente Rafael González. Entonces desconocía lo que representaba su figura en la empresa.
LA SOMBRA (novela) nº5 - Inicio (1936) - Maxwell Grant-Portada: Jerome Rozen
FIN DEL CAPÍTULO
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