ACLARACIÓN
Por ser una labor de varias décadas de mi vida ENTRE TEBEOS, este primer capítulo sólo pretende ser un resumen de toda la experiencia acumulada durante muchos años en ese campo del arte. Hay espacios importantes que serán comentados ampliamente en sucesivos capítulos. Existen muchos datos históricos sobre la creación de diversas colecciones que son explicados en profundidad en otro lugar.
Por ser una labor de varias décadas de mi vida ENTRE TEBEOS, este primer capítulo sólo pretende ser un resumen de toda la experiencia acumulada durante muchos años en ese campo del arte. Hay espacios importantes que serán comentados ampliamente en sucesivos capítulos. Existen muchos datos históricos sobre la creación de diversas colecciones que son explicados en profundidad en otro lugar.
El pertenecer a diferentes
colectivos, que alguna manera u otra afectaron también a mis vivencias, primero
como aficionado y después como investigador, también estarán presentes en esta
recopilación sobre el pasado y el presente de mi vida entre las revistas de
historietas. Me refiero concretamente a las Asociaciones culturales a las que
pertenecí y a los editores con los que traté.
Y todas aquellas personas que tuvieron
algún tipo de relación conmigo y con los tebeos, irán apareciendo a lo largo y
ancho de estas crónicas. Entre ellos, a los amigos decisivos en mi vida,
coleccionistas y aficionados, dibujantes y guionistas de historietas, en
definitiva, aquellas piezas que completan el puzle de mi vida ENTRE
TEBEOS.
ASÍ EMPEZÓ
Desde muy niño fui un apasionado
de los tebeos, un lector voraz e insaciable. Se puede decir que aprendí a leer
con ellos. El recuerdo más antiguo que poseo sobre ese hábito de lectura, se
remonta a la edad infantil con apenas cinco o seis años. A mi tío Federico le
debo esta afición que sigue, sigue y sigue....A partir de entonces --y durante
más de tres lustros--, tebeos y novelas ocuparon casi por completo mi tiempo
libre.
Esas lecturas infantiles
aceleraron mi precoz aprendizaje. Los tebeos que más me condujeron hacia una
comprensión rápida de las letras fueron EL GUERRERO DEL
ANTIFAZ y la revista TBO. Antes de los 8 años,
leía con fluidez, entendiendo la mayoría de las publicaciones que caían en mis
manos. Desde una tierna edad, en la escuela igual que otros chicos, tuve que
pelearme con las matemáticas y otras asignaturas. Asimismo, los tebeos aceleraron
mi comprensión ante los farragosos textos escolares.
Por pura casualidad, poco después conocí a uno de mis mejores amigos, de profesión ferretero, Emili Bona. Más adelante, ya de adultos, junto a él, realicé diferentes proyectos, compartiendo planes, estructurando nuevas formas de exposiciones y otras actividades paralelas. Siempre me apoyó y estuvo a mi lado como otros buenos amigos que conocí con el paso de las décadas.
A los 12 años, ingresé en Colegio
la Salle a donde me enviaron mis padres contra mis deseos. De allí, nunca me
gustó ese tufillo sotanesco que se respiraba a todas horas. Sin embargo, guardo
algún buen recuerdo que me sucedió. Porqué, unos hermanos algo pendencieros con
los que compartí clase en La Salle, fueron los que me motivaron hacia la
lectura de algunas de las novelas populares que poseia su padre.
Los hermanos Ramón,
encontraban gracioso –nunca leían nada ni por casualidad--, que otro estudiante
como ellos sintiera aquella atracción –creían enfermiza--, hacia los héroes de
tinta. Eso es lo más positivo. Lo negativo es que nunca me sentí a gusto en
aquella escuela con métodos rigurosos y poco o nada democráticos.
Quizás por ello, me rebelé cuando
mis padres quisieron que impartiera el bachillerato en la Salle. Me negué de
tal manera, que antes de terminar el último curso busqué un trabajo a horas
mientras finalizaba el plan de estudios secundario. Un año más tarde, gracias a
la confidencia de un vendedor amateur de tebeos del barrio
de Poble Nou, conocí el Palacio de los tebeos en Barcelona,
el Mercat de Sant Antoni. Por eso, muchos domingos acudía allí
donde cada fin de semana, por las mañanas, se abría al público un mercadillo
que inaugurado poco después de acabada la Guerra Civil.
Era una época en que un chico de
mi edad podía ir sólo a casi a todas partes. La tranquilidad de no ser
molestado venia por el control social que ejercía la Dictadura. En el Mercat,
se vendía todo tipo de papel, principalmente tebeos, cromos y novelas
populares. A pesar de la modesta retribución semanal que me entregaban mis
padres, en aquel lugar adquiría cuadernos, generalmente de aventuras.
Esa temática era la que más me
gustaba en esos años y siempre salía fascinado de poder admirar aquel mundo
fascinante de tebeos, repletos de colorido. Allí conocí al emperador de los
tebeos, que por aquel entonces era Angel Sánchez, ayudado por su
hijo Agustí. Durante lustros, su conocida parada estuvo durante más
de 40 años ofreciendo publicaciones a un buen número de aficionados.
Otro mal recordatorio de La Salle
lo tengo respecto a un profesor. Con actitudes chulescas me quitó una etapa de
una colección de tebeos muy apreciada por mí y que llevé al Colegio un mal día
que tuve para dejársela a unos compañeros. Más que el expolio, me supo mal que
dijera que en clase no había que llevar tebeos. Aquella frase despectiva, se
convirtió en mi mente como si se tratara de haber cometido un delito. Luego,
después del rifirrafe que tuve con él busqué y encontré, la forma de devolverle
la pelota.
TBO (sin nº) n.6 Fecha publicación (1940) Portada: Benejam
Entrado en la juventud y en la edad adulta, realicé diversas actividades: deportivas, culturales y de esparcimiento. Contacté de nuevo con Bona y la amistad se estrechó. Con él y la compañía de nuevos amigos incursionamos en la realización de “guateques” y otros divertimentos varios con la complicidad de Josep Canet, Josep Lluís Codina, Gassó, Antoni Miquel, Juan Veleta y otros que también se sumaron.
A los 19 años, intenté que
la Editorial Bruguera me publicara un guión
detectivesco que realicé por pura afición y siguiendo los consejos de un
profesional que me asesoró. Aquellos textos, a pesar de ser bastante
corrientes, al comité asesor de la empresa le debieron gustar. Intentaron que
trabajara para ellos. Querían encasillarme, de momento, en escribir guiones de
EL CAPITÁN TRUENO. La propuesta dejó de interesarme y seguí en la empresa
textil donde trabajaba.
Al poco de regresar de la “Mili”,
conocí a la que luego seria mi esposa y también cambié de trabajo. Las telas
las suplí por el papel impreso. Dejé aparcados los tebeos porqué entre el
trabajo, el noviazgo, la vivienda y el preparar la boda, ocuparon todo mi
tiempo. Mi pasión por la historieta se fue enfriando hasta casi desaparecer.
ENTRO EN UN CLUB DE
COLECCIONISTAS
Durante el mes de marzo de 1971,
en uno de los largos paseos que sostenía habitualmente con mi pareja por la
ciudad, paramos a descubrir casualmente una entidad conocida como la ASOCIACIÓN
DE COLECCIONISTAS, de Barcelona. Un rótulo en la calle, al lado de la
puerta de entrada de la asociación, nos condujo directamente hacia ella.
Allí nos recibieron y atendieron
la mar de bien, mostrándonos diferentes vitrinas donde estaban guardadas algunas
muestras de coleccionismo. Quedamos admirados ante lo que se ofrecía ante
nuestros ojos. Habían diferentes piezas de filatelia, numismática, gozos,
soldados de plomo, programas de mano junto a otras temáticas coleccionables,
armas antiguas y también unos pocos tebeos.
Nos preguntaron si
coleccionábamos alguna cosa. Respondí que antiguamente era aficionado a los
tebeos. Hacia años que los tenia olvidados. Cuando acabó la visita, el
Secretario que nos atendió, antes de despedirnos nos habló que sí volvíamos en
otra ocasión, nos presentaría al único Socio que tenían que era coleccionista
de tebeos. Los Socios, se reunían una vez por semana y por la tarde. Aprovechó
para entregarnos una tarjeta con sus señas.
Le dije que en principio, a la
semana siguiente, acudiría yo a la Asociación. El día acordado y puntualmente
me presenté de nuevo allí. Fui en busca del Secretario quien confirmó la
asistencia del frigorista, el aficionado a la historieta Josep M.
Mientras conversaba con algunos de los miembros de la entidad llegó el
interesado. Nos presentaron.
Enseguida me dí cuenta que el
recién llegado era un entusiasta. Le mostré los cuadernos que traje de casa.
Él, los observó detenidamente para segundos después, pasar a hacerme un
discurso de las revistas de historietas, defendiendo en especial, las que le
parecían mejor. También tuvo tiempo de discursear sobre las editoriales, los
dibujantes y los guionistas.
Su entusiasmo atrajo mi
curiosidad. Me transmitió sensaciones añejas que tenía olvidadas. Me comentó
que compraba habitualmente tebeos casi cada semana en el Mercat de Sant
Antoni. A la vez, mantenía una relación de intercambio de tebeos con varios
coleccionistas como él.
Nunca llegué a creer que los
tebeos constituyeran unos materiales para coleccionar habitualmente. Lo tomaba
como un pasatiempo escolar. Aquel día, salimos tarde de la Asociación.
Nos despedimos y quedamos para vernos el Domingo por la mañana y a primera hora
en un bar cercano al Mercat de Sant Antoni. Unos días después, tuve
ocasión de volver a saludar después de años, a los antiguos vendedores,
los Sánchez, ya convertidos en aquellos tiempos, en unos
comerciantes reconocidos fuera y dentro del dominical mercado.
MI CONVERSIÓN EN COLECCIONISTA DE
TEBEOS
Siempre deberé a Josep
M., lo importante que para mí resultó nuestro primer encuentro. Los sabios
consejos de un veterano, me allanaron el camino para empezar a coleccionar
tebeos en mayúsculas. Luego, me fueron presentados diferente coleccionistas conocidos suyos.
Unos días más tarde me hice Socio
de la anteriormente visitada, ASOCIACIÓN DE COLECCIONISTAS de
la Gran Vía. En Ella estuve cerca de un año. Josep M., y yo, nos
desviamos hacia una entidad menor de coleccionismo. En el nuevo ente,
permanecimos un poco más, aunque por razones de organización cerró las puertas
antes de lo esperado.
Antes de la clausura, junto
con Josep M., me dio tiempo a preparar --creo que fue la primera
que se organizó en Barcelona--, una Exposición de tebeos españoles. Tiempo
después, ocurrió algo lamentable. Mi amigo y compañero de lo tebeos, tuvo un
desgraciado lío de faldas al que siguió el abandono familiar y su desaparición
temporal.
Estuvo muchos días ausente.
Cuando volvimos a vernos, me enteré que de de forma apresurada se deshizo de
todas sus colecciones de tebeos, a un precio irrisorio. Quiso recoger un dinero
para.... En fin, una desgracia que siempre lamenté, especialmente por su
familia.
Después de la espantada, apenas
nos veíamos con Josep M., hasta que por voluntad propia, hizo mutis
para el mundo del coleccionismo de tebeos. Fue una verdadera lástima. Yo me
quedé sin un amigo. El mundo de la historieta perdió a un intrépido rastreador
del medio y a un aficionado entusiasta.
La realidad me hizo acercarme a
distintos forofos de la historieta con los cuales y a menudo, mantuve repetidos
contactos. Realicé distintas operaciones de compra y cambio. Entre los
recuerdos de aquellos días, destacaron algunos coleccionistas con los que
establecí mayor relación tanto de Barcelona capital como de provincias.
En el Mercat de Sant
Antoni, conocí a los más importantes aficionados de aquellos años. Quiero
recordar a Julio Baños, Antonio Bonastre,
Andrés Candomeque, Juanjo de la Fuente, José L. Elía, Gassó, Raimundo Iglesias,
Jaume Llorens, Lluch, Josep Martínez, Fernando Núñez, Juan Miguel Pascual, Josep Torné y
algunos más. Con muchos de ellos inicié intercambios o les adquirí diferentes
tebeos.
Un día apareció por el Mercat
de Sant Antoni procedente de Valencia, otro buen aficionado, Miguel
Angel Aparicio, del cual hablaré más adelante en otro apartado. Por su
mediación y consejos, entré en el conocimiento de distintos autores, editores
valencianos y algunos tebeos antiguos. ¡Que buenos ratos pasé con él!
Igual sucedió con otro
coleccionista-comerciante de Madrid. Se trataba de Luís Esquiró quien
una vez en Barcelona, armó la marimorena. ¡Una revolución total en el Mercat
de Sant Antoni y un encarecimiento de los tebeos! Sus movimientos de
compra, búsqueda y venta, siempre fueron estimulantes. Con el paso de los años,
nuevos aficionados de diversos rincones del país se unieron a los antigues. Es
el caso de Juan Damián, Jesús García, Eduardo
Hernández, Juan A. Lahoz, Juan
Mateu y Alfonso Prieto.
En ese tiempo, descubrí la
revista BANG, una publicación puntera de información y
estudio de la historieta. Era editada en Barcelona con criterio. Llegué a
conocer a su director Antonio Martín, con el que establecí alguna
relación de intercambio. Me lo presentó el dibujante de tebeos, Antonio
P. Carrillo un día que asistí al Mercat de Sant Antoni.
EL CLUB DHIN
Entre 1972 y 1974, diferentes
circunstancias hicieron que cambiara la perspectiva que tenia sobre los tebeos.
Parte de ello, fue por culpa de un grupo de historietistas que crearon el DHIN,
un club de dibujantes e ilustradores, mayormente de historietas. Su principal
finalidad era la de reunir a todos los profesionales de España y recuperar sus
derechos de autor entre los editores.
Yo me enteré por mediación del
Secretario de la Asociación, el buen amigo y algo más que alma de aquel círculo
de autores, Pedro Alférez. Me asocié como simpatizante aunque la
contribución económica fue poco recompensada en el momento de poder proponer
nada. Eso sí, se lograron alcanzar algunos de los objetivos buscados. Antes del
cierre estuve a punto de darme de baja.
Seguí en él, hasta que el Club
desapareció. Con el declinar del DHIN, junto a un grupo de
coleccionistas conocidos y otros que se sumaron, quedamos en reunirnos después
de las vacaciones para intentar crear un Club de aficionados a los tebeos. Cada
uno de nosotros debería presentar un plan de acción.
EL JINETE FANTASMA n.41 Fecha publicación (1947)-Ambròs-Federico Amoròs
MI RELACIÓN CON LOS HISTORIETISTAS ESPAÑOLES
Durante los años de existencia de
eln Club DHIN tuve la fortuna de conocer personalmente a
muchos dibujantes. Aquellos profesionales me brindaron datos y consejos
imprescindibles para conocer un poco más la Historia del Cómic Español. Desde
aquí, quiero rendir mi tributo de admiración a todos ellos, tanto a los que
están como a los que desaparecieron.
Me es grato
citar a mis amigos profesionales de la historieta, Juan A. Abellán,
Pedro Alférez, Miquel Ambròs, Manuel Arnalot, los hermanos Blasco (Adrìa,
Alexandre y Jesús), Félix Borné, Antoni Bosch Penalva, Jordi
Buxadé, Antonio P. Carrillo, Ramón de la Fuente, Manuel Gago, Rafael González
Martínez Osete, Francesç Guinovart, Francisco Hidalgo, Alfons Figueras, Juan G.
Iranzo, Angel Pardo, Vicente Roso, Leopoldo
Sánchez y Josep Toutain. ¡Cuantas hora pasamos juntos
rememorando actividades y distintas creaciones surgidas de sus lápices mágicos!
¡El tiempo transcurrido no ha hecho que los olvide y creo que tampoco lo hará
jamás!
(continuará)
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