miércoles, 13 de enero de 2016

Una parada forzosa

EL SERVICIO MILITAR                                                                                                          Durante la mayor parte del siglo XX, todos los varones útiles debían realizar  obligatoriamente el Servicio Militar. Esa rotura con la família, el trabajo y las amistades fue un trauma para la mayoría –a partir de los 21 años-, que se tenia que incorporar al ejército español durante un lapso de tiempo –partiendo de una voluntariedad que era mas corta-- o de una obligatoriedad más larga, dependiendo del cuerpo militar a ingresar.

A mí me tocó la china. La mala suerte hizo que a los 23 años me tocara enrolarme en la Marina, durante dos años y a 1000 km. de Barcelona. Triste destino y sobre todo largo.... Después de los tres meses de instrucción con las armas que aborrecí, un sargento de la plana mayor me eligió como ayudante suyo. Entre los reclutas, buscó a alguien que supiera escribir a máquina. La suerte recayó en mi persona y antes de jurar bandera, era absorbido por el trabajo de las oficinas del cuartel sito en San Fernando (Cádiz).

Después, pasé buenos --los más--  y malos momentos. De los primeros, hice un par de amigos, Juan Daza y Emeterio Muñoz, lectores habituales de tebeos y novelas. Aparte, nos unian  motivaciones parecidas como residir en la misma ciudad y ¡celebrar comilonas nocturnas en el cuartel! Como clase de tropa y por ser un rebelde de pensamiento y actos, tuve roces con algún oficial que me costaron arrestos.

Mi libre pensamiento y estar siempre dispuesto a ayudar a cualquier soldado –me costó un buen rapapolvo por parte de un comandante chusquero--, y el castigo de quedarme sin poder salir del cuartel –cosa que hacia poquísimo--, durante dos semanas.
El castigo me lo pasé leyendo tebeos ¡como no! y traduciendo la Historia de los Usa, del idioma francés con ayuda diccionarial. 

También escribí unos flojos guiones de historietas inspirados en LA SOMBRA. Se trataba del mismo personaje vengador con el que años atrás, había hecho el intento de que fuera adquirido por la Editorial Bruguera y que todavía  conservo! ¡Cualquier, día echo los guiones a la basura!

Mi amigo Emeterio –al que conocí en el el viaje en buque de Cartagena a San Fernando (Cádiz) junto a Daza, aparte de su trabajo en una industria metalúrgica barcelonesa, era un dibujante aficionado al que pude “enchufar” en la oficina del sargento, del cual me había convertido en su sombra alargada. Habiendo leido mi camarada los guiones junto a otros de la compañía, me propuso intentar llevarlo a la historieta ¡sin haber dibujado antes ni una sola viñeta!

EL ENCAPUCHADO nº1 -Inicio (1949) - Equipo Blasco

Llevado por mi afición, ignoraba entonces, la dificultad que entrañaba para un novel aficionado el querer empezar a dibujar historietas sin tener la más remota idea. En un uno de los permisos que me concedieron, me traje unos cuadernos de EL ENCAPUCHADO para que le sirvieran de muestra a Emeterio. Al conseguirle un mes de permiso extra –mi amigo estaba casado y tenía una hija de corta edad--, se llevó los tebeos junto con tinta china, papel y plumillas a su casa paterna de Granada.

A la vuelta, me trajo unas cuartillas a tamaño DIN A-4 sembradas con unos dibujos minúsculos con fallos y carencias de todo tipo. Los cuadernos de EL ENCAPUCHADO se los olvidó en su casa de la bonita ciudad andaluza. Le comenté que la intentona –pese a su buena voluntad--, había sido un desastre. Emeterio desolado, comprendió muy bien conmigo que dibujar historietas era mucho más difícil de lo que creía. Intuimos que sin una debida preparación artística resultaba imposible intentarlo.

Caso de hacerlo, se necesitarían años si su deseo era convertirse en autodidacta. Años después, con el contacto entre profesionales historietistas, supe que se necesitaba estropear cientos y cientos de hojas dibujadas para llegar a conseguir un estilo propio, inteligible y que a la vez pudiera comercializarse. En aquellos años, las editoriales ya pedían un mínimo conocimiento historietístico para contratar a un novel.

El destino de los tebeos de EL ENCAPUCHADO tuvieron un mal final. La hermana de mi amigo los encontró guardados junto a unos libros. Pensando que no servían para nada los utilizó para envolver el almuerzo de su marido. Aquellos cuadernos , se convirtieron durante unos meses en embajadores alimenticios. Me enfadé muchísimo.

TÍO VIVO nº6 (2ª etapa) - Inicio (1960) - Portada: Escobar

Aquellos tebeos insignificantes para muchos, para mí seguían teniendo un valor inapreciable. El dinero que me ofreció en compensación Emeterio no me compensaba para nada. Pensé que sería bueno hacer comprender a la gente que antes de tirar a la basura cualquier revista de historietas u otra obra artística, seria preferible darla antes que arrojarla destruirla o utilizarla para otros fines.

LA VUELTA A CASA Y ABANDONO TEMPORAL DE LOS TEBEOS                                Al cabo de dos años justos, regresé a mi casa. Un tiempo de mi vida perdido de forma miserable. El mal sabor que me dejaron los militares franquistas, únicamente seria obviado casi 40 años después. Esa parte dispone de un capítulo especial, EL MUSEU DEL CÒMIC EN EL CASTELL DE MONTJUÏC.

Desde 1965 hasta 1971, dejé prácticamente olvidados a los tebeos. Ocho dias días después de haber regresado de San Fernando –ciudad de la que si guardo buenas sensaciones--, me puse como un poseso a buscar un nuevo trabajo que me reconciliara conmigo mismo. Lo encontré al cabo de una quincena. Era cambiar totalmente el sesgo de mi vida. Los tejidos, las tramas y las urdimbres junto a los estampados, quedaban como parte del pasado. En ese momento, substituí la tela por el papel.

Si algo bueno hice anteriormente –pocas cosas realmente--, lo mejor sin duda fue entrar en una empresa pequeña de artes gráficas. Contrataron mis servicios como agente de ventas. Aquello me dió una vitalidad insospechada. Empecé a recorrer las calles de la ciudad Condal en busca de clientes. Amplié en esos años y los que le siguieron, mi práctica como caminante.

Los “guateques” en espacios alquilados duraron un año más o menos, después de finalizar el Servicio Militar. Mis amigos empezaron a mantener relaciones para matrimoniar. Unos meses después, conocí a la que luego se convertiría en mi pareja. Nos casamos cuatro años después y nos fuimos a comer albóndigas.

De tarde en tarde, me entretenía hojeando lo que me quedaba de aquellos viejos tebeos que estaban guardados bajo llave en el despacho de mi nuevo hogar. Hablo bien, porqué un vecino de mi madre, durante mi forzada ausencia, se dedicó a pedir un montón de tebeos prestados. La devolución venia mermada por la mitad. ¡Un saqueo premeditado durante meses y que mi madre no advirtió, debido a la confianza!

Cuando me casé dejé la casa de mis padres, llevándome conmigo unos cuantos kilos de papel, entre libros, novelas y tebeos. Por cierto, más de la mitad de los volúmenes se los regalé a mi amigo Juan Daza, junto a unos cuantos tebeos. El motivo era fácil de adivinar. Al casarse, quiso llenar su librería sin contar con demasiados medios económicos. Le dí un empujón.

Luego, con los años, los enlaces respectivos de una parte de mis amigos de antaño, se fueron enfriando casi desaparecer de mi vida. Los unos por ausencia, los demás debido o por culpa de su trabajo. Alguno, se metió en negocios ajenos a su conocimiento que arruinaron tanto su vida como la familiar y enfriaron mutuas relaciones. Siempre he lamentado esos percances y su final indeseado.

Alguno  falleció muy joven como mi amigo de tiempo de chaval y compañero de fatigas teatrales, Canet. A otros, incluso mis compañeros de La Salle les perdí la pista  partir del día que extravié la agenda con las señas de muchos de ellos.  ¡Qué pena!

En una jornada de trabajo rutinario y encontrándome en las oficinas del taller gráfico, Miquel Beltrán, el director de la empresa donde laboraba me hizo pasar a la sala de máquinas. El encargado con demasiada suficiencia me mostró el funcionamiento del utillaje de imprimir litográfico. Eran las del sistema ofsset. 

Aquel conocimiento me sirvió en el futuro.
Siempre que tenía algo de tiempo, hablaba con los maquinistas y preguntaba el cómo y el porqué de la impresión, de la mezcla de la gama de colores, de la tinta, del plastificado a máquina y del gramaje de los diferentes papeles. Eran lecciones sobre el terreno que resultaron un conocimiento práctico. 

Entre la mayor parte de los trabajos de la empresa Fabercolor, se imprimían folletos de propaganda --tuve la suerte de conseguir como clientes a varias agencias de publicidad--, cartas, tarjetones turísticos y tebeos. El taller de la Editorial Bruguera cuando estaba sobrecargada nos daba a litografiar diferentes portadas a color de las colecciones PULGARCITO, TÍO VIVO y EL CAMPEÓN DE LAS HISTORIETAS. Por desgracia, trabajaban con mi industria desde hacia años y mucho antes de mi llegada. ¡Lástima! ¡Me hubiera llevado unas buenas comisiones caso de haber tenido a la empresa como cliente!

EL CAMPEÓN DE LAS HISTORIETAS nº63 - Inicio (1960) - Port. Escobar

Debido a mi incesante indagación, un  día que en Fabercolor estaban saturados en la realización de presupuestos, me dirigí a Antoni el hermano del gerente –era quien los hacia siempre--, por si necesitaba ayuda. Me dijo que encantado. Durante un día estuvimos troceando hojas y más hojas de papel, haciendo diferentes formatos con pliegos distintos.
En una libreta fuí consignando las diferentes modalidades, los precios de cada operación a llevar a cabo y el resultado del coste final. 

Debajo se incluyó el porcentaje de beneficio empresarial que variaba según la importancia del trabajo. Oscilaba entre un 30 y un 40%, siempre rebajable, claro. A las veinticuatro  horas, hice mis primeros pinitos como ayudante realizando todos los presupuestos que nos pidieron aquel día. Tuve algún despiste, revisado por Antoni que me aclaró conceptos. 

El último salió redondo y sin fallos. Aquella experiencia me sirvió dos años después. Antoni contrajo una enfermedad debido a la cual tuvo que abandonar su trabajo durante unos meses. Le sustituí tanto en la ejecución de los diferentes presupuestos como en la atención a los proveedores de la empresa. Por la mañana hacia de vendedor. Por la tarde me encargaba de gestionar las compra y presupuestar.

En Fabercolor estuve cinco años. Allí aprendí muchísimo. Los recuerdos son positivos en conjunto pese a que los últimos meses, antes de dejarla, lo fueron menos. Algunas desavenencias y los delirios de grandeza de los propietarios me hicieron comprender que algo fallaría en la estructura empresarial, como así fue poco tiempo después.

Uno de esos años, tuve la suerte de conocer al artista Manuel Jiménez Arnalot. Una mañana se presentó en Fabercolor para que le imprimiéramos algunos de sus series de postales navideñas. Sin ninguna duda, Arnalot, fue uno de los más grandes ilustradores del siglo XX. Genial como historietista y uno de los mejores grandes creadores de christmas y recortables. Tuve muchos encuentros con él. Llegamos a.....bueno, esto vendrá más adelante cuando hable de la experiencia con los artistas.

UN AÑO FRUCTÍFERO COMO AFICIONADO                                                                         He comentado anteriormente que, durante 1971, la casualidad o la fortuna me hizo conocer a geniales historietistas, ilustradores y también a personas importantes en mi vida de aficionado primero y estudioso del fenómeno de los tebeos, más tarde. De todos ellos aprendí bastante. Aparte de unirnos una afición común, también compartimos más de una actividad. Ensanchamos el conocimiento mutuo y en la mayoría de lo casos arraigó una sólida e inquebrantable amistad.

¡Y mira que hay casualidades en la vida!. Creo que seria en ese año cuando conocí de forma accidental a la esposa de Vicente Roso. Mi trabajo me llevó un día a visitar la agencia publicitaria donde trabajaba como contable. No lo supe hasta la segunda visita. Cuando estaba aguardando la llegada del gerente de la sociedad, en una conversación informal me comentó:

-He asesorado a mi marido en la época en que dibujaba el personaje de FLORITA. Creo que usted no conoce ni a la protagonista ni a la revista de chicas con ese nombre.

-¡Pues claro que los conozco. Su marido es Vicente Roso-respondí, para añadir. -No tengo el gusto de conocerlo personalmente. Le considero un gran artista. He tenido la suerte de leer varios tebeos de  FLORITA y también varios de los episodios de aventuras dibujados por él dentro de la revista, EL COYOTE.

En esa publicación nació justamente FLORITA -intervino Julia. –Lo que me sorprende es que conociera la revista FLORITA.

Me sonreí, añadiendo. -Tuve la suerte de leer de chaval algunos tebeos de FLORITA. Aquella protagonista me fascinó. Me encantaría conocer a su marido. La respuesta me animó en gran manera.

Podemos tutearnos, José María. Cuando quieras te pasas por casa y le conocerás. Aquí tienes mi teléfono. Llama antes por si mi esposo tuviera que hacer alguna gestión fuera del estudio. Te atenderá en casa.
FLORITA revista nº5  - Inicio (1949) - Portada: Vicente Roso

Una semana más tarde, tuve la fortuna de estrechar la mano a uno de mis dibujantes preferidos. Con los años llegamos a sellar una amistad que continuó a través de su familia, hasta la muerte del matrimonio.... ¡Qué grandes recuerdos! De esos, también hablaré a su debido tiempo...

Revista EL COYOTE nº15 Inicio (1947) Portada: Francesç Batet

Aquel mismo año y de una tacada, también entre a tratar a los tres mosqueteros de la familia Blasco. El responsable fue Arnalot. Un día que nos vimos en su estudio, me habló de los hermanos dibujantes y si los conocía. Le dije que solamente sabía de su existencia por su firma. Jesús, Alexandre y Adrià Blasco, insertaban trabajos suyos en muchos números de los  tebeos de EL COYOTE y FLORITA junto a otras publicaciones ¡Nunca les perdí de vista como artistas!

Entonces, Arnalot descolgó el teléfono e hizo una corta llamada preguntando si podíamos visitarles. Al recibir una respuesta afirmativa, con el automóvil de Arnalot nos presentamos en el chalet que los geniales historietistas ocupaban en el barrio de los Penitents de Barcelona.  Así se estableció un vinculo que me unió a los hermanos Blasco durante más de 30 años....

(FIN DEL CAPÍTULO)



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