sábado, 19 de diciembre de 2015

I-EL MUSEU DEL CÒMIC DE BARCELONA EN EL CASTELL DE MONTJUÏC


PRELIMINAR                      
Ahora que vuelve a hablarse de la posibilidad de llenar otra vez de armas, el Castell de Montjuïc de Barcelona, es el momento de explicar mi experiencia personal, acumulada durante mis años de permanencia en ese lugar. Fui delegado por el MUSEU DEL CÒMIC I LA IL·LUSTRACIÓ de Barcelona a partir de su traslado a las dependencias de la Fortaleza militar entre los años 2004 y  2012.
 
                    Castell de Montjuïc. Entrada por el punte levadizo

Porqué. ¿Que puede decirse de un lugar donde el MUSEU DEL CÒMIC I LA IL·LUSTRACIÓ de Barcelona estuvo durante 8 cortos años cómo si se hallase en su propia en casa? ¿Cómo fue posible que una persona alérgica hacia los militares –por mi mala experiencia en la “Mili” y la sombra de la Dictadura franquista, impuesta por un hombre del ejército--, se aviniera el MUSEO MILITAR de Montjuïc, no sólo a compartir espacios si no a pergueñar diferentes actividades conjuntas?

Las circunstancias adversas que nos encontramos al tener que abandonar deprisa y corriendo el espacio museístico que ocupábamos en el Baix Guinardó, obligó a buscar perentoriamente una nueva ubicación donde se pudiera albergar nuestra Asociación y sus pertenencias.
                           
UN POCO DE HISTORIA SOBRE EL CASTELL DE MONTJUÍC                                           
En la  montaña Montjuïc, donde se alberga el Castell que lleva el mismo nombre, fue un lugar por habitado por los antiguos layetanos de Barcinova hace aproximadamente unos 10.000 años. Primeramente, esta cima privilegiada sirvió a modo de mirador. En la época medieval, los barceloneses establecieron una torre de guaita. Resultaba fundamental poder divisar los movimientos que se producían en alta mar, porqué era de vital importancia reconocer a las naves enemigas o las de los piratas.

Cuando sucedía cualquier novedad, desde la cima y mediante hogueras, avisaban a la gente de la costa para que estuvieran alertados de una posible irrupción de gente extraña y que podía resultar peligrosa. Con el paso de los siglos, la montaña fue bautizada con el nombre latino de mons judaicus, toponímino para citar el lugar donde se enterraban los judíos que habitaban en Barcelona 

Al comienzo de la Guerra dels Segadors (1640-1652), el gobierno local ordenó construir un fortín en la cima del farell. La construcción se fue reconstruyendo entre 1689 y 1697 con motivo de conflictos bélicos. A mediados del siglo XVIII, habiendo perdido Catalunya la Guerra de Sucesión y permaneciendo la nación catalana en manos de Felipe V, éste, ordenó la construcción del Castell para tener controlada y dominada a la Ciudad.

De las canteras de la montaña, a lo largo de los siglos se extrajeron las piedras para ir construyendo la urbe a partir de la época romana. Igualmente, sirvieron para levantar el fortín y el Castell. El aspecto exterior de la imponente Fortaleza apenas ha variado hasta a nuestros días. Caso muy diferente es el interior. Uno de los grandes cambios fue cuando dejó de ser un cuartel más de corte militar y se convirtió en el MUSEO MILITAR --hoy desgraciadamente desaparecido-- , cuando se remodeló casi totalmente para albergar espacios culturales.

ANTECEDENTES - UNA EXPOSICIÓN OPORTUNA                                                   
En setiembre de 2003, nuestro Socio Fundador y colaborador impenitente, el grandísimo y polifacético artista Juan A. Abellán, nos habló de la posibilidad de inaugurar la Exposición que estábamos preparando, EL CÒMIC BÈL·LIC, en las dependencias del Castell de Montjuïc, sede del MUSEO MILITAR.

La imponente Fortaleza, en aquellos  momentos, me parecía de infausta memoria por los sucesos acaecidos después de la Guerra Civil, con el asesinato político del Presidente de la Generalitat, Lluís Companys y otros leales a la República Española.

En una reunión que sostuvo la Junta Directiva del MUSEU una semana después, nuestro Presidente Eduard Pérez, apunto la posibilidad de estrenar la Muestra en el Castell. En principio, yo consideraba poco realista la propuesta. Entre las varias razones que expuse, había una de principal. Creía que la Cultura poco tenía que ver con los profesionales de las armas. Ahí me equivocaba del todo, porqué el tiempo, sagaz adivino, vino a demostrar lo contrario de mis presunciones.

Pedro Córcoles --cuantas veces imprescindible para fomentar acuerdos y establecer líneas de trabajo--, junto con Abellán, aludieron que una Exposición que trataba de los tebeos de guerra, el mejor sitio para estrenarla en Barcelona, era sin duda, el Castell de Montjuïc. En la ciudad Condal, no existía ninguno otro lugar mejor para un tema bélico. Al final, los dos nos convencieron a los demás para que apostásemos por esta posibilidad, sin saber realmente si interesaría a los dirigentes del Castell.

Una vez establecido el contacto con el Director del Castell, el coronel Francisco Segovia, nuestro colaborador Abellan hizo una excursión conmigo a la referida Fortaleza para entablar conversaciones al respecto. Por teléfono, únicamente concertamos la entrevista para hablar de un tema relacionado con las armas.
 

                          Pistola catalana de pedernal con llave de agujeta. Finles Siglo XVII

El militar nos recibió cortésmente. Le explicamos las razones por las cuales, habíamos pensado que allí se podía estrenar EL CÓMIC BÈL·LIC. Asimismo, le mostramos diferentes fotos de otras Muestras realizadas por nosotros en diferentes espacios.

Después de oída nuestra solicitud, el coronel nos preguntó si la Muestra en su parte histórica iba en la lengua catalana, cosa muy comprensible por estar realizada en Catalunya y por un MUSEU afincado en Barcelona. Remarcó que caso de faltar los textos en castellano, el Departamento cultural del MUSEO MILITAR, por su cuenta, se encargaría de traducir y montar unos paneles aparte con los datos históricos en la lengua de Cervantes. También se comprometió a promover el evento.

Entonces, tomé la palabra y le comenté que al igual que todas las demás exposiciones del MUSEU, salvo los pies de las imágenes que se entendían perfectamente, la parte textual siempre iba en castellano y catalán. La lástima era que la falta de un presupuesto mayor, nos impedía hacer unos folletos en inglés. El coronel Segovia, nos miró y sonrió levemente. Le pareció una idea excelente, exhibir en el Castell, una Exposición de tebeos bélicos. Pondría el mejor espacio expositivo a nuestra disposición.

Acordamos con Segovia el plazo que necesitábamos para terminar de montar los paneles y redactar los textos históricos de la Muestra. Con el trabajo acabado, nos iríamos a la segunda quincena de diciembre de aquel mismo año, determinando días después, la fecha exacta de su inauguración.

Dos meses más tarde, EL CÓMIC BÈL·LIC, lucía en un espacio esplendoroso dentro del MUSEU MILITAR, rodeado de todo tipo de espadas, mosquetes, trajes de guerra, yelmos y demás utillería del ejército. ¡Un marco excepcional para una Exposición infrecuente!.

      Armadura de fabricación alemana. Siglo XV

 Dejo para la imaginación de quien lea ENTRE TEBEOS, preguntarse cual fue la aceptación que tuvo nuestra Exposición. Sólo decir y agradecer que Segovia, quince días antes de la inauguración, nos libró una cantidad de dinero para poder realizar la folletería en la lengua de su Majestad británica. Un  gesto espléndido que agradecimos oportunamente. 

En cuanto a EL CÓMIC BÈL·LIC, que debía cerrarse a finales de Enero del 2004, estuvo abierta hasta junio de aquel año. En cuanto a los visitantes, pasaron unas 40000 personas para verla. Casi todos, turistas nacionales y extranjeros.

UN PRINCIPIO DE AÑO MALO QUE FINALMENTE RESULTÓ BUENO                            
Durante la primera quincena de Enero del 2004, año fatídico por un lado mas lleno de esperanza por el otro, podía haberse presentado mejor. El problema de unas grietas producidas por la mala conservación del piso superior donde estaba el espacio que ocupaba el MUSEU, enclavado en el Baix Guinardó, se agravó al producirse un escape de agua importante.

A consecuencia del incidente, se originaron unas filtraciones peligrosas para la conservación del material de papel de que disponíamos. Pocos días después, a una velocidad de fórmula 3, debido a la humedad creciente, empezaron a aparecer por las paredes las temibles señales de los hongos.

Acuciados por el problema y temiendo los efectos devastadores sobre la celulosa vieja, ya dañada por el paso de los años, decidimos pedir socorro a las Instituciones catalanas. Igual que la voz que clama en el desierto, nuestras súplicas sirvieron de poco. La sordera contumaz de los políticos que nos tocó  aguantar y mantener como jeques, hicieron lo de costumbre, pasaron del tema. 

Cuando nos quedaba un único cartucho, el compañero Abellán sugirió la posibilidad de hablar de nuestras desdichas al coronel, director del Castell de Montjuïc, por si él, encontraba una solución al problema. Dicho y hecho, dejando al lado sus maquetas sobre aviones que estaba construyendo, el artista se entrevistó con el coronel Segovia. Éste, le escuchó atentamente. Después, descolgó el teléfono y se puso al habla conmigo.

El coronel, me comentó que disponían de poco espacio libre, pero que buscaría un rincón para guardar todas nuestras cosas. Lo comunicaría a su inmediato superior y a la Delegació del Ajuntament de Barcelona, para que estuvieran al corriente. El MUSEU podía instalarse allí en cuanto lo desease. La cabeza empezó a darme vueltas.

No entendía nada de nada. ¡Todas las  Instituciones catalanas habían negado toda ayuda, aduciendo mil y una excusas y un estamento dirigido por un militar –que en cierta manera dependía en su quehacer diario del Ajuntament de la ciudad--, me prestaba sin pedir nada a cambio, una ayuda imprescindible para nuestra supervivencia! ¡Un total sarcasmo o una burla grotesca!

Mientras el MUSEU y sus integrantes, intentábamos elevar la Cultura de nuestra Comunidad, quienes deberían velar por ella, algunos politicastros de turno, hinchados de vanidad y sueldos astronómicos, lo único que sabían hacer bien era engrosar sus cuentas corrientes y cuidar activamente su poltrona. 

Sus intereses de “casta” --como muy bien dice algún político de verbo incisivo--, preparando ciertas apariencias de mejorar el país, lo que sí sabían hacer extraordinariamente bien, eran buscarse presuntamente chanchullos,  prebendas y comisiones. ¡Y a la gente que trabaja por amor al arte, tal como suena, sin pedir nada a cambio, ni cobrar un Euro, que les parta un rayo!

Bueno, sigamos con el tema de los sinsabores del MUSEU –y dejemos a los malos políticos a quienes la soga de la corrupción cada vez les aprieta más al seguir nadando entre el lodazal de sus actuaciones--, y nuestra arribada al Castell que fue entre la segunda y tercera semana de febrero del 2004, cuando emprendimos la fuga – nunca antes mejor dicho--, antes de que nos devoraran las bacterias y demás inquilinos intrusos producidos por las aguas en nuestro espacio.

EL MUSEU DEL CÒMIC de Barcelona SE INSTALA EN EL CASTELL      
Segovia dispuso del Almacen general que disponían para que guardásemos todos los elementos que trajimos con nosotros. Compartimos aquella estancia con el material propiedad del restaurant que se alojaba también en la misma planta del Patio de Armas junto a otros enseres del MUSEO MILITAR. Todo el mundo de la fortaleza nos recibió y atendió afablemente desde el primer contacto que mantuvimos con ellos.


                         Espadas y Sables. Siglos XVII y XVIII - Espadas guarnición y lazo. Siglo XVII

Además, desde que llegamos, el coronel puso a nuestra disposición un pequeño habitáculo cuadrangular donde pudimos colocar una mesa utilitaria para poder trabajar. Allí, montamos una improvisada Exposición Permanente utilizando tres paredes de la sala y sumando la incorporación de unos soportes de pie para que cupiera toda entera. ¡Quedamos reducidos momentáneamente a la mínima expresión, pero seguíamos vivos!

Segovia, nos prometió para cuando dispusiera de otro espacio, cedernoslo. De esta manera, teniendo abierta la puerta del cuarto a los visitantes del MUSEO MILITAR, también accedían a ver el MUSEU DEL CÒMIC. Y cada día, Abellán y yo, subíamos andando desde el pie del funicular hasta el Castell. La marcha duraba unos 20 minutos, en una cuesta de más de 45º de desnivel. ¡A su edad cerca de 80 años, toda una proeza!

Hasta que hubo un momento, en que las fuerzas del dibujante empezaron a flaquearle. Al final, el Ajuntament aunque en principio lo evitó, gracias a la insistencia de los visitantes, del coronel Segovia y de los trabajadores de la Fortaleza, puso en servicio un par de raquíticos autobuses que nos dejaban tan sólo a un par de minutos de la entrada de la fortaleza.

Pasaron unos meses y un día, Segovia nos dio una doble buena nueva. Por un lado, nuestras enseres podíamos bajarlos a un espacio mayor donde se almacenaban mejor. Por el otro, el coronel, desinteresadamente como era habitual en él, nos cedía la mejor sala del Patio de Armas.

Desmontamos la Exposición Permanente y la dispusimos en el nuevo espacio. A más a más, incorporamos diferentes paneles de alguna Exposición temporal, llenando todo el espacio de colorido y de tebeos. Ahí Bona se porto como un jabato, sumando una vez más, su impecable quehacer.

Al querer dejar el cuarto que nos cedió Segovia, el militar creyó que el MUSEU podía utilizarlo para despacho propio. Por eso, continuamos utilizándolo hasta  unos años después, cuando abandonamos con todo el sentir del alma, el Castell. ¡Nos hubiésemos quedado allí toda la vida!
                                       
Poco a poco, alguna de las actividades del MUSEU se volvieron a normalizar como las visitas guiadas y los talleres de cómic, muy bien llevados por Bona y Abellán. Las actividades, o bien se realizaban en la Sala o en una de las galerías del Castell. Siempre contamos con la buena disposición del Director, del resto de colaboradores y de las tiendas. Punto y aparte es hablar del propietario del Restaurant del Castell y de su familia a quienes presento más adelante.

EL MUSEU DEL CÒMIC COLABORA CON EL MUSEO MILITAR                                 
En marzo de 2005, el coronel flanqueado por el Director Administrativo Santiago Iñiguez, nos requirió a Abellán y a mí para que le diésemos soporte a dos problemas que se les presentaron. El principal era que había fallecido uno de sus voluntarios de siempre, una persona fiel y trabajadora, presente desde que se había inaugurado el Castell en la época de Franco y había permanecido al pie del cañón –como vulgarmente dice la expresión--, hasta su muerte, allí mismo en la fortaleza y en plena Democracia.

El otro, era una actividad que el MUSEO MILITAR la tenía paralizada desde hacía tiempo. Este tema a Iñiguez le parecía más delicado. Se trataba de preparar las visitas organizadas, huérfanas de tal actividad cultural, desde hacía un tiempo.  Las múltiples llamadas de diversos colectivos: Escolares, Jubilados, Turistas, Militares, etc., quedaban sin ser atendidas por falta de gente preparada.

-Amigos míos-dijo Segovia, reflejando en su rostro una preocupación manifiesta. Y continuó hablando.

-Estoy en una situación de emergencia. Por un lado debo cubrir la baja de un voluntario. La persona que ocupe este puesto debe ser tan honrado como discreto. Durante unas horas, ejercerá el control de paso al MUSEO MILITAR.

Abellán, habló primero, convencido de lo que iba a decir.
-Creo que nosotros podemos solucionar eso ¿verdad José María?
-No habrá ningún problema. Lo hablaré con Eduard Pérezel Presidente. La persona a  ocupar este puesto puede ser uno de nuestros colaboradores- respondí.

Íñiguez intervino entonces -En cuanto a la visitas guiadas del MUSEO MILITAR, ya tuvimos dos malas experiencias. La primera fue cuando contratamos a guías profesionales que o bien se cansaron de subir al Castell o se quedaron cortos en sus actuaciones. La segunda, cuando un grupo teatral quiso escenificar las visitas guiadas a base de plasmar cómicamente la historia de las armas. No gustó nada a nadie, ni a nosotros, ni tampoco a la mayoría de  visitantes. De momento, lo dejamos correr.

Contesté, acto seguido -En cuanto a las Visitas Guiadas al MUSEO MILITAR tengo que confesarte Santiago, que puedo garantizar un servicio óptimo. Desde hace meses, he contactado también para los visitantes extranjeros con dos jóvenes deseosas de colaborar con nosotros. Con instruirlas un poco sobre los contenidos militares que alberga la fortaleza, otro poco de la historia del Castell, lo demás corre de su cuenta. Ambas son abiertas, preparadas intelectualmente y cultas. A las dos les atrae la labor divulgativa de los Museos. Además, tenemos distintos voluntarios habituales que siempre nos asisten. Esto creo que también podemos resolverlo.

-Muy bien-añadió Segovia-Cada día que pasa me sorprende más vuestra  especialidad en resolver las cosas más complicadas. ¿Toda la gente del MUSEU es tan dispuesta como vosotros?

--Ja, ja, ja!  -Ahí, Abellán se adelantó a mis palabras, riéndose. -Si no lo son todas, casi. Piensa que sin los miembros que apoyan al MUSEU desde su creación, éste, habría dejado de existir a las primeras de cambio. Conozco a la mayoría, principalmente a Eduard y Delhomque son los que se ven más. Hay otros detrás que nos empujan a los demás. Te citaré por ejemplo a Paquita Lópezque a veces, ha subido al Castell para pintar. Ya la conoces... Hay otrosPalomaresBonaCórcoles, etc. 

-¿Cuando creéis  que podré contar con esta gente?-sonrió el Coronel.

-El voluntario lo tendrás pasado mañana-comenté. -Para las visitas guiadas esperaremos un mes. En ese tiempo, la gente estará lista para actuar y con la lección aprendida.

Así fue. Antes de los treinta días, la gente del MUSEU DEL CÒMIC empezaron a ejercer de guías tanto para las visitas propias como las más complejas del MUSEO MILITAR. Esta labor, luego se amplió al conjunto de la fortaleza. Aquellos retos que nos impusimos y que superamos limpiamente, hoy forman parte de unos vivencias fantásticas que nos llevamos del tiempo que estuvimos en el Castell.


               Óleos de Felipe de Ariosto. Siglo XVI 

De los mejores recuerdos que conservo con agrado, las ciento de visitas de escuelas de toda España y del extranjero. Miles de visitantes y unas emociones  a flor de piel que siguen vigentes muchos años después. Viví cerca de nuestra gente y compartí con ellos los comentarios, las risas, las emociones y los momentos tristes, que también los hubo.

Recuerdo también agradablemente, un reguero de funcionarios de diferentes localidades de Catalunya que giraron una visita al Castell en aluvión, durante tres días. En esta ocasión, junto con  Pere Silgado --incorporado desde hacia un tiempo a la Fortaleza--, los atendimos gustosamente. También participamos en diferentes visitas que nos hicieron jubilados y escolares. A muchos de ellos, les  acompañamos tanto en sus ilusiones como en sus frustraciones.

EL FANTASMA DEL CASTELL                                                                                    
Como todo buen castillo que se precie, también la  Fortaleza de Montjuïc tuvo el correspondiente fantasma. Aunque su leyenda duró brevemente, lo contaré con el fin de amenizar un poco ENTRE TEBEOS. Algunos supersticiosos trabajadores externos, acudían ocasionalmente por las tardes a la fortaleza. Procedían a reparar algunos desajustes de las viejas instalaciones. Precisamente, fueron ellos quienes se encargaron de propalar aquel extraño fenómeno.

Durante unos meses, juraban haber visto de lejos un espectro –evitaron acercarse demasiado--, que lucía por indumentaria una sabana blanca y que tanto aparecía como segundos después dejaba de ser visto, hasta que volvía a aparecer. El suceso ocurría generalmente, a partir de las 18 horas y en invierno.

Conocedores de este suceso, tanto los mandos de la Fortaleza, los propietarios de las tiendas y del restaurant junto con el Conservador y alguna persona más, pensamos que podía tratarse de una tomadura de pelo por parte de gente bromista.

Con el fin de desvelar el misterio, durante unos días, me quedé unas horas extra después de acabar mi jornada de trabajo en el Castell. Traté de averiguar, la verdad que se escondía detrás del susodicho fantasma. Un atardecer tuve suerte. Situado en uno de los corredores que daban al patio de armas, entreví entre la bruma que cubría parcialmente el Castell durante muchas jornadas de los meses invernales, una figura lejana cubierta, al parecer, con un ropaje de color claro. Me acerqué preventivamente. El miedo, nunca ha formado parte de mi decálogo, mas sí la precaución.

Me dirigí a pasos cortos hacia la aparición fantasmagórica. La sorpresa que me llevé fue menos de la esperada. Nunca he creído en espectros, resucitados o seres llegados de ultratumba.  En aquella ocasión, no podía ser menos. Al divisar el rostro de la aparición, todo resultó diáfano y la cuestión quedó resuelta en unos segundos. Se trataba de la  viuda de un antiguo trabajador del recinto militar. Aquella pobre mujer, padecía de alzeimer y alguna noche, salía de su casa próxima, a unos 50 metros del Castell.

Entraba tranquilamente por la puerta de acceso y deambulaba entre los grandes arcos de piedra, tocada con un abrigo de color crema, raído por el paso del tiempo. Por la dimensión y el grosor de los arcos que mantenían separado el patio de la terraza, pude comprobar que efectivamente, la viuda cuando pasaba por uno y lo dejaba atrás, quedaba parcialmente invisible. Al llegar a otro arco, volvía a divisarse.

Este era el misterio ni más ni menos. Retrocedí lentamente. Estaba lejos de asustar a una pobre enferma que salía periódicamente a deambular a través de aquellos largos corredores. Sólo la compadecí. Hasta el día de su muerte, de la cual desgraciadamente también fui testigo, su mente descarriada, esclavizó casi del todo a los suyos. Me acordé, que dicha enfermedad también acabó con la vida de mi querida suegra, una mujer extraordinaria, dejando a la familia muy tocada. Esa maldita enfermedad.....

Al siguiente día y a la hora del desayuno, nos reunimos en el bar del restaurant, el coronel Segovia, Íñiguez, Martínez y Salvador como de costumbre, para tomar algún bocado y charlar como siempre hacíamos de lo divino y de lo humano. Les conté lo que había descubierto la noche anterior. Nos reímos todos. Sabían lo de la mujer. Ignoraban que de tarde en tarde, se pasease vestida con un abrigo de antes de la guerra...

Así, la leyenda del fantasma quedó del todo aclarada. Me gané un buen desayuno, regada con vino de la región de Falset –priorato del bueno--, y continué riendo. Pensé –y lo comenté con el resto de comensales--, que en el fondo de las leyendas, casi siempre hay un fondo de verdad, aunque ésta, en ocasiones, sea algo triste.


(Continuará)

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