martes, 29 de diciembre de 2015

II-Recuerdos.... De la infancia a la edad adulta

LECTOR DE NOVELAS POPULARES                                                                                     A los 13 años, un vecino nuevo amplió mi perspectiva de lectura. Con veinticinco años, mi vecino Rodolf era un consumidor impenitente de novelas de bolsillo. Un día que me hizo entrar en su casa –la compartía con su hermana y sobrino--, me enseñó unos cuantos volúmenes de la colección BISONTE junto a otras de RODEO.

Pero, realmente, las que me fascinaron más fueron las de mayor tamaño, las de EL COYOTE y las NOVELAS DEL OESTE. Las magníficas portadas a color de ambos títulos, entusiamaron todavía más mi mente, receptora  de nuevas experiencias.

                           
                              NOVELAS DEL OESTE Extra n.1 (1943) - José Mallorquí-Francesç Batet

Una semana más tarde, un poco tímidamente le pedí a Rodolf si me podía dejar una novela para leerla. Nunca hasta entonces había acometido esa tarea. Me parecía una obra de envergadura comparada con la lectura de tebeos que tenia muy arraigada. Me prestó un título de BISONTE. Al principio me costó encadenar la narración acompañada de diálogos con alguna ilustración. Una hora después empecé a leerla con fluidez.

Terminé en dos días en tragarme la primera novela que cayó en mis manos. Debía compartir el disfrute de la lectura, con los “deberes” para realizar en casa que nos ponían en La Salle. Tras un trasiego de volúmenes de bolsillo, pasé a solicitar el préstamo de las novelas de mayor tamaño.

Así que la primera obra que me eché a la vista fue el nº3 de EL COYOTE. Para mí, ese fue uno de los mejores escenarios para mi mente de chico.  Luego de adulto pude refrendar lo que representó el título HURACÁN SOBRE MONTERREY. Un universo de personajes desconocidos para mí que abrieron nuevo cauces a mis ansias de saber y experimentar. También aproveché pra pedir prestados varios números de las NOVELAS DEL OESTE, de Ediciones Cliper.


EL COYOYE (novela) n.1 (1944) - José Mallorquí-Francesç Batet

Desde aquel momento, entre a alternar los tebeos con las novelas populares. Por cierto, que los hermanos Carlos y Ernesto Ramón, compañeros con los que compartí estudios en La Salle, me llevaron una tarde a su casa y me condujeron a la biblioteca paterna. Allí, entre centenares de libros habían varias colecciones de novelas que llamaron mi atención.

A pesar de que ambos hermanos eran eran algo pendencieros, siempre me llevé muy bien con los los dos. Se sorprendieron cuando les pedí que me dejaran algunos títulos de aquellos que vi en su casa. Jamas leían nada. Según dijeron, quedaron sorprendidos al comprobar que un compañero de clase tuviera aquellas “manías”.

Consultado el padre de las criaturas, cada semana pasaba por casa de los Ramón a recoger varias volúmenes y entregaba los que me habian prestado la semana anterior. Así pude leer casi por completo las novelas de EL ENCAPUCHADO junto a los números de EL COYOTE que a mi vecino le faltaban de la primera etapa.

Por ese tiempo, un domingo por la mañana paseando por la Rambla de Poble Nou, vi a un vendedor callejero que tenía al lado un buen montón de tebeos. Con la asignación semanal le compre unos cuantos y le pregunté si disponía de más. Me dijo que no. Estaba vendiendo el resto que le quedaban porqué al comprometerse con una chica necesitaba más dinero para salir con ella.

Me indicó que caso de ser comprador habitual en el Mercat de Sant Antoni, encontraría seguramente todo lo que me pudiera interesar. Allí, todos los domingos del año, entre 9 y 14 horas, se montaban diversos puestos de venta de papel más o menos antiguo.

DESCUBRO EL SANCTA SANTORUM DE LOS TEBEOS EN BARCELONA                      Como aquel día era muy tarde lo dejé para el festivo siguiente. Le dije a mis padres donde quería ir y no pusieron ningún inconveniente. Si recorría para ir a la Salle cuatro kilómetros era igual recorrer seis o siete. Me advirtieron que tuviera cuidado con la circulación. La seguridad personal estaba asegurada. La policía de la Dictadura ni siquiera dejaba levantar la voz en la calle. Cualquiera de noche o de buena mañana, uno transitaba por donde quería sin problemas....salvo excepciones que también las hubo.

     EL PEQUEÑO LUCHADOR nº1 - Inicio (1945) - Manuel Gago


Así, el domingo siguiente y luciendo el traje festivo, me encaminé con ayuda del metro al Mercat. En aquel entonces, resultaba casi una epopeya. De la Rambla del Poble Nou tenía que ir andando hasta la calle Marina esquina a la de  Almogàvers. Era una proeza andariega para un chaval de 13 años. Luego bajaba del subterráneo, enfilaba la calle Urgell dirección mar y caminaba hacia el Mercat, entrando en él, por la calle Floridablanca. 

Creo que de esa etapa me viene que con el paso de los años me he convertido en un andador incansable. De los catorce hasta ahora, cuando he podido no he bajado de los 6/8 km. diarios. Cuando entré en el Mercat, mi visión abarcó una escena desconocida. Mi corazón empezó a palpitar. Observé que aquel conglomerado de paradas se asemejaba a un mercadillo.

Parecía algo improvisado -- aunque nunca lo fue--, de seguimiento circular y un buen número de puestos de venta a derecha e izquierda. Todo aquel tinglado, asemejaba mantener apresados a los compradores, paseantes y rateros. Los más, mezclados en un confuso amasijo de cuerpos sudorosos que se peleaban por llegar primero a las paradas elegidas.


EL HOMBRE ENMASCARADO nº 33 - Inicio (1941) - Ray Moore-Lee Falk

Otros visitantes, arrastrando niños gritones se paseaban y molestaban a la vez a los aficionados presurosos que iban en busca de las piezas codiciadas. Algún ladronzuelo, aprovechaba los momentos de despiste junto a las apreturas para hacerse el jornal del dia. Más de una vez, pude evitar que los amigos de lo ajeno consiguieran sus propósitos.

Estuve un rato viendo el bullicio de la gente, el llanto de los pequeños, las carreras de más de un infortunado desvalijado, las alegrías de aquellos que consiguieron adquirir alguna ejemplar imposible. Aquel espectáculo parecía como entresacado de una película. Tanta gente, un montón de paradas, miles de tebeos, centenares de novelas y álbumes de cromos por doquier. Un mundo de ensueño para una mente infantil y con los tebeos al alcance de la mano. Era posible deleitarse con la mirada y palparlos.

Durante un rato largo recorrí el sendero que siempre me hacia regresar al puesto de partida. Empecé a visualizar aquellas paradas de venta que consideré más interesantes. Lógicamente, para mí eran las que vendían tebeos de segunda mano a mitad de precio. Es decir, algunos compradores una vez leído los cuadernos comprados, los ofrecían al Mercat al cabo de un tiempo a una cuarta parte del precio pagado.

El comerciante ganaba otra cuarta parte y el cliente se ahorraba la mitad del precio. Era una oportunidad increíble de poder comprar el doble de lo que me pagaba mi madre semanalmente para acudir al quiosco. Aquella oportunidad me pareció única. Me acerqué cauteloso a un puesto copado por compradores.


ZARPA DE LEÓN (álbum) nº6 - Inicio (1951) Ferrando-J. B. Artés
           
Encima de una mesa improvisada, una mezcla de tebeos de HAZAÑAS BÉLICASEL PEQUEÑO LUCHADOR EL HOMBRE DE PIEDRA, ZARPA DE LEÓN, EL GUERRERO DEL ANTIFAZ, EL HOMBRE ENMASCARADOROBERTO ALCÁZAR, LA VUELTA AL MUNDO DE DOS MUCHACHOS y gran variedad de sueltos en un montón apretado. Seguro que si me  hubiesen pinchado, poca sangre hubiesen extraído de mis venas.

Un hombre y un chico de mi misma edad estaban detrás de la parada. El adulto aparentaba tener unos 40 años, era de estatura regular y su aspecto mostraba una escualidez irreal. Observé que unos surcos en la mejilla  le daban un aspecto cadavérico. El otro, era su hijo, más o menos de mi talla y también tan delgado como el vendedor que tenia a su lado. El de mayor edad me preguntó:

-Hola chaval, que quieres?

Le contesté: -Busco tebeos de EL GUERRERO DEL ANTIFAZ. Pero ahí hay otros que me pueden interesar”-añadí señalando un montón a la izquierda de donde estaban ambos vendedores.

El niño sin mediar palabra, cogió los dos grupos de cuadernos –el otro era de EL HOMBRE ENMASCARADO--, y me los plantó delante. El padre preguntó: 

-¿Cuanto dinero traes? Aquí creo que hay muchos más tebeos de los que puedas comprar en un año”.

Repliqué: -Vengo con unos ahorrillos que he guardado durante meses. Unas 25 pesetas.
El vendedor exclamó con sorpresa: -¡Jolines chaval! Esto es una pequeña fortuna. Mira rápido porque hay otros compradores que llegarán enseguida...

Mis manos emergieron de los bolsillos del pantalón y empezaron a mirar y a tocar las portadas a color. En aquellos años, gozaba de una memoria casi fotográfica. Sin disponer de ninguna lista, empecé a separar un montón de tebeos de mi héroe favorito. Me llevé la sorpresa de encontrar algunos de los primeros números, porqué aparte del nº5 del EL GUERRERO, el más bajo que le seguía que tenía era el 40.

Escogí unos cuantos cuadernos.El adolescente que seguía atentamente mis movimientos, me indicó que se los diera que los retiraba del resto. Su padre empezó a contar. Segundos después me aclaró:

Si quieres gastar todo lo que llevas aun puedes separar unos cuantos tebeos más de EL HOMBRE ENMASCARADO. Son algo más caros. En esta ocasión te los dejaré al precio de los anteriores. ¿Es la primera vez que vienes al Mercado? Porqué, no te tenía visto...

“Si, señor-le conteste azorado, mientras mis ojos recorrían aquellas fabulosas cubiertas de formato mayor. Seguí hablando. -Mis padres me permiten que gaste lo que llevo encima. Cada semana he separado unas pesetas para cuando pudiera comprar mayor cantidad de tebeos”.

Al cabo de unos minutos y con la cantidad de tebeos que pude adquirir, se los entregué al ayudante junto con casi todo el dinero que traía conmigo. Me dieron una bolsa de papel para guardar el material escogido. Luego se presentaron personalmente, el padre se llamaba Angel Sánchez y su hijo Agustín. Les di mi nombre y apellidos, agradeciéndoles el detalle.

Aquel gesto tan sencillo lo valoré siempre. Cada vez que acudía al Mercat de Sant Antoni, la primera parada que recibía mi visita era la de los Sánchez. Con los años se convirtieron en una verdadera institución. Fueron reconocidos tanto en Barcelona capital como en la provincia y también en otras Comunidades, fuera de Catalunya.


                                        HAZAÑAS BÉLICAS (2ª etapa) nº1 - Inicio (1950) - Boixcar

Me convertí en un cliente fiel. Siempre que pude acudí allí durante años --hasta que tuve que hacer el servicio Militar--, pensando con razón, que los vendedores me hubiesen hipnotizado. Con el paso de los años, también recurrí a otros comerciantes. Mas, los Sánchez eran los Sánchez. Con el devenir del tiempo, entablamos una relación cordial que duró hasta que dejaron su negocio.

Miles de compradores se beneficiaron de la etapa en que los Sánchez estuvieron al frente de aquella parada de tebeos –para mi mágica--, de todo tipo y condición. De los años de niñez pasé a la de pubertad y luego a la de adulto, comprando y comprando tebeos, siempre con el baremo económico que dispuse en cada momento. Durante la mayoría de edad, especialmente después de la “Mili”, los acontecimientos postergaron mis frecuentes visitas al Mercat durante unos 8 años.


ADOLESCENCIA                                                                                                                     Siguiendo con la edad, a los 14 años tuve la mala suerte de llevarme a clase, una etapa completa de CHISPITA y que habia adquirido precisamente a los Sánchez del Mercat para dejarlos a leer a mis compañeros de aula, los hermanos Ramón. Al abrir el pupitre y en el momento en que pasaba el profesor de matemáticas por mi espalda, echó una ojeada a la mesa y viendo los tebeos, metió la mano en el interior arrebatándolos de donde estaban guardados.


Me dijo de forma chulesca y desconsiderada: “Delhom, sepa que en el Colegio –La Salle--, está prohibido llevar ningún tipo de lectura que no sean los libros del Curso. Me los voy a quedar para darlos a las hermanitas de los pobres. ¡Y que sea la última vez que trae tebeos a clase!”.
                        
Encolerizado por tamaño expolio le repliqué airado: “A mi no se me ha dicho nada de todo eso. Devuélvame los tebeos, ladrón...” Esa última palabra fue contestada con un soberbio bofetón que me marcó la cara durante un rato.  Me llevé el golpe y perdí los tebeos para siempre. Además me castigó a llenar mil veces –utilicé la trampa del papel carbón--, diferentes folios con la frase”. “No debo insultar al profesor”       
               
CHISPITA (5ª etapa) n.5 - Inicio (1954) Ambròs-Federico Amoròs 

Sin otra razón que la ira, maldije a la Escuela, al educador, a las matemáticas y ¡A las hermanitas de los pobres!  Cuando las pobres, valga la redundancia, eran totalmente ajenas al latrocinio.

Durante unos días estuve pensando la forma de vengarme. ¡Y la encontré!  Cada vez que en el patio del colegio pasaba cerca de el profesor de marras, me dirigía a cualquier escolar conocido o no y le interpelaba en voz alta para que se me oyese alto y claro: “Esta semana me he comprado unos tebeos de ROBERTO ALCÁZAR. No los voy a traer a la Escuela para evitar que alguna persona me los quite”. 

Durante unos meses varié el título de las colecciones. Tanto hablaba de LA VUELTA AL MUNDO DE 2 MUCHACHOS como de EL PUMA, EL CACHORRO FLECHA NEGRA. Y el mal profesor echaba bilis sin poder hacerme nada hasta que dejó de acercarse por donde yo andaba. Por suerte  sólo le aguanté un curso. Un pequeño triunfo que junto a mis compañeros celebramos. Les invité a comer unas cuantas  peladillas.... ¡Era el único dinero sobrante de las reiteradas visitas domingueras al Mercat!

Años después, se rumoreó que aquel impresentable representante escolar era un pederasta consumado. El padre de un alumno –debido a que éste le confesó que quiso propasarse con él--, le dio una paliza de la que tuvo que reponerse durante 3 meses. El mal educador evitó denunciar la golpiza porque con la Dictadura lo hubiese tenido crudo. ¡Menudo elemento resultó ser!



LA VUELTA AL MUNDO DE DOS MUCHACHOS n.1 - Inicio (1948) - Boixcar


UN ANDARÍN DE CUIDADO                                                                                                    De esos años me viene el empezar a caminar de forma regular. La experiencia  dominguera del Mercat de Sant Antoni se me quedaba corta. Des de mi casa de la Rambla del Poble Nou al Colegio la Salle donde continuaba los estudios de Comercio, se hacía un trecho largo. Mis padres me daban dinero semanalmente para que cogiera el tranvía.  Yo preferí ir andando al centro escolar y con lo ahorrado, comprarme unas cuantas novelas y/o tebeos. Era cuestión de prioridades.

Y en ese ir y devenir diario—como me quedaba a comer, solamente viajaba un par de veces cada jornada--, hubo un compañero de clase, cuyo nombre se me ha borrado al transcurrir más de 40 años del hecho, que vivía cerca de mi domicilio y siempre dudaba de lo que explicaba al resto de condiscípulos. Un día le reté a que me acompañara a pie para hacer el camino de costumbre. En el caso de ganar yo, recibiría 5 números de PULGARCITO. Si era un engaño, le entregaría 5 tebeos de EL GUERRERO DEL ANTIFAZ.

Con tiempo suficiente, a las 8 en punto de la mañana nos encontramos en la confluencia de la Rambla del Poble Nou con Pere IV. Tras saludarnos empezamos la caminata. Enfilamos primeramente la calle Pere IV para tomar enseguida la de Almogávers, seguir por Buenaventura Muñoz, llegar a l'Arc del Triomf, continuar por Trafalgar hasta llegar a la calle Amadeu Vives, la del destino, el colegio La Salle. 

Durante todo el trayecto, mi colega se quejó de la marcha que llevaba. Tuve que moderar el paso. Tardamos casi una hora en terminar el recorrido. Yo, el paseo normalmente lo hacia entre 40/45 minutos y sin apretar la marcha. Cuando entramos en el patio, todos mis camaradas de clase nos rodearon expectantes. No se necesitaron demasiadas palabras para contar la andadura. El rostro sudoroso y el hablar agitado del compañero de viaje revelaba claramente lo sucedido.

La verdad se restableció triunfante. Mientras, mi compañero quedó agotado, nadie dudó a partir de aquel momento de lo que decía. Me animaron a seguir gastando las suelas de los zapatos. Entre los ¡Bravo! y ¡Enhorabuena! de alguno de ellos, sobresalió el recibimiento que tuve por parte de los hermanos Ramón. Me felicitaron. Al estrecharme la mano todavía se fortalecieron más nuestras relaciones cordiales. ¡Al final de la anécdota me llevé unos tebeos bien ganados!

LA JUVENTUD                                                                                                                        A los 16 años, la mala experiencia con La Salle me hizo estar resentido con aquella Escuela de tradición católica. Antes de acabar el último Curso de Comercio, me busqué un trabajo a media jornada. Por la mañana acudía a una empresa de distribución peletera y por la tarde al Colegio. Curiosamente, aquel año que estudié menos que nunca fue el que saqué mejores notas. ¡Un sarcasmo! 

Mi padrastro, deseaba que realizara el bachiller –me conmutaban dos cursos--, cosa que rechacé con la excusa de querer ampliar mi horario laboral. Acepté realizar algunas clases nocturnas para acceder a una mejor preparación escolar. Esto, nunca llegué a realizarlo.
De todos modos, de La Salle me llevé el haber aprendido a comer como los caballeros de antaño y el haber ampliado la educación junto a las buenas maneras. Esos saberes, aparentemente para muchas personas intrascendentes, siempre los he tenido presentes a la largo y ancho mi vida. ¡Y me han servido de mucho!

Es curioso que en muchas ocasiones siempre tenia a los tebeos como ejemplo. Y hay un bonito recuerdo de lo que aconteció durante el año anterior a mi despedida de los estudios. Por aquel entonces, una semana antes de finalizar el Curso y habiendo terminado los exámenes, nos daban permiso para llevar a clase cualquier libro, tebeo o en su lugar, realizar cualquier trabajo en las aulas.

A mí, me dio por redactar unos modestos guiones, seguramente inspirados por la lectura de la gran revista CHICOS editada en Madrid. La mayoría de mis compañeros se lo pasaron en grande. Leían un día después, lo que yo acababa de escribir allí mismo la jornada  anterior.

                                   
                       CHICOS Almanaque 1950 (1949-11) - Cuto, la herencia - Equipo Blasco

El redactado, seguramente valía menos que un pimiento, pero a los escolares les pareció estupendo. Incluso alguno me felicitó y me vaticinó un futuro en el cual la escritura ocuparía un lugar de privilegio en mi vida. Acertaron aunque fuera tardiamente y a nivel de aficionado. El empezar a investigar sobre el cómic hispano fue una motivación más que me llevó a poder redactar.

MIS COMPAÑEROS DE ESTUDIOS                                                                                       Ahora que lo pienso, algo hice mal, cuando perdí la agenda con la señas de mis condiscípulos, poco antes de casarme.  Debido un poco a la pereza, otro poco a la família y un mucho al trabajo,  pude haberme acercado por la Salle para que me proporcionaran los teléfonos de quienes habían compartido estudios conmigo. No lo hice. Por lo cual espero que me perdonen, Jorge Aresté, Jaime Bacardí, Alberto Busquets, Ramón Carbó –si sobrevivió a la Revolucion Cubana--, y Francisco Fábregas.

Y el resto, Jorge Fernández, Andrés Fité, Blas Gallego, Ramón Giménez, José González, Miguel Hidalgo, Rafael Hostench, Ramón Juncás, Jorge Lázaro, Modesto Masgoret, Miguel Maymó, Carlos y Ernesto Ramón –responsables indirectos de mi afición y culto a la novela popular--, José Mª Roura, José Sureda, Vicente Tuset –con quién sostuve una pelea antologica que acabó en un fuerte abrazo--, Jorge Vinardell y Luis Vilá.


      Los alumnos del cuarto curso de Comercio de mi aula, un año antes de acabar los estudios.

Con alguno de ellos me vi fugazmente en contadas ocasiones. También, durante los primeros años y como ex alumno, una comida que mantuvimos varios de nosotros en los meses de verano, hacían más llevaderos los problemas que cada uno de nosotros llevaba a cuestas, la mayoría mediante las tareas profesionales y el resto, siguiendo en su estudios ampliados de bachiller. Incluso, si la memoria sigue funcionando ¡Tenia anotada la  residencia de Ramón Carbó en la Habana! Hasta que el extravío de mi agenda repleta de los datos personales de cada uno de ellos, motivo la pérdida de contacto.

ALTERNATIVAS VARIAS                                                                                                         A partir de aquí –y durante los años anteriores a la “Mili”--, hubo una etapa muy positiva para mí, consistente en incrementar amistades, realizar actividades compartidas junto a otras deportivas. En cuanto a la negativa, era la de trabajar en una empresa de tejidos que a poco de estar en ella quise abandonar. La cercanía del Servicio Militar lo impidió.

Por aquellos años, empecé a devorar más si cabe, novelas populares de todo tipo y condición. Las más me gustaron –aparte de la de aventuras clásicas--, fueron personajes como, LA SOMBRA, DOC SAVAGE, BILL BARNES y RIC RICE, todas de factura norteamericana. Igualmente encontré interesantes, la colección de aventuras MOLINO y la serie BIBLIOTECA ORO con sus respectivas colecciones Azul, Amarilla y Roja.                                

Y aquí se produjo un cambio importante en mi vida tanto la de aficionado a la lectura como comprador de tebeos sin ninguna motivación especial. Y tuvo lugar, cuando me reencontré con el amigo del internado, Antoni  Miquel, de quien había perdido el rastro, pero que gracias a  nuestras respectivas madres, pudimos volver a establecer un contacto más duradero que se perdió cuando decidió, muchos años después, salir a trabajar al extranjero.

(Continuará)

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