martes, 29 de diciembre de 2015

I-Recuerdos.... De la infancia a la edad adulta

MI INFANCIA 
Huérfano por parte paterna a los seis meses, mi tío Federico ejerció cariñosamente de un segundo padre, en mis primeros años infantiles. En el primer capítulo de ENTRE TEBEOS he referido que desde muy tierna edad ya sentía una inclinación apasionada hacia los tebeos. Hay una razón de peso que determinó ese predisposición que nunca ha desaparecido. En ese tiempo, entré en contacto con mis primeras revistas de historietas. De alguna manera, mi tío fue el responsable porqué trajo a casa un ejemplar de la revista TBO.

Ese número –que no lo llevaba impreso-- se titulaba HACE FALTA UN CAPITALISTA PARA EXPLOTAR UN INVENTO. Quedé obnubilado por el desfile de dibujos y más dibujos de medida pequeña que empezaron a desfilar por mis ojos. No creía que aquello fuera posible. Parecía un encantamiento. La abstracción duró hasta que la voz de mi madre me requirió para la cena. Sorbiendo de mala manera más que tomarme la sopa, seguía pensando en aquella legión de viñetas que todavía no acababa de comprender bien.
                                                   
TBO (sin nº) - Inicio (1940) - Portada: Urda

Después del ágape, mi tío empezó a explicarme aquellas páginas que poco entendía o que necesitaban aclaraciones. Observando muy atentamente las imágenes empecé a preguntar por los titulares. Las gruesas letras con aquellos caracteres ilustrados parecían salir del cuaderno. Mi pariente me fue ampliando el conocimiento de la gramática, identificando a varias letras del abecedario. Sin entender demasiado a la genial FAMILIA ULISES, me quedé embelesado por los dibujos.

LA FAMILIA ULISES (TBO sin nº) -Inicio saga (1944) - Marino Benejam

Una semana más tarde, mi madre tocada por la varita mágica del hada de los sueños, me trajo un tebeo que para mí fue el descubrimiento de las Américas. Era una reimpresión del nº5 de EL GUERRERO DEL ANTIFAZ. Con un titulo de fácil recordatorio, EN PODER DE ALI-KAN. Aquella ventana medieval, me abrió un mundo imaginativo y fantasioso. Y el principio de todo, fue aquella portada –hoy considerada una de las mejores de su creador, Manuel Gago--, con una gran ilustración panorámica que parecía sobresalir de su hábitat común.


EL GUERRERO DEL ANTIFAZ nº1 - Inicio (1944) - Manuel Gago

Abrí las páginas del cuaderno. En el interior, aquella lucha entre moros y cristianos, el personaje marmóreo de EL GUERRERO --el protagonista principal,-- el malvado ALI KAN y el final del cuaderno en un punto álgido de la narración, me dejaron atónito. Nunca había creído que se pudiesen dibujar escenas como las que vi. Desde aquel momento, siempre que pudo, mi madre me compraba un cuaderno de la colección antes citada.

En aquellos tiempos duros de la posguerra civil, como en casa disponíamos de poco dinero los tebeos llegaban ocasionalmente a mi hogar. Los recibía como un regalo apreciado y los guardaba como una reliquia. Poco a poco, fui conociendo casi todas las letras del abecedario. También empecé a escribir y construir frases cortas. Después, fueron más largas. Sin darme cuenta,¡aprendí las primeras letras con los tebeos! A partir de entonces --y durante más de tres lustros--, tebeos, novelas populares y literatura ocuparon casi por completo mi tiempo libre.

Más adelante, cuando ingresé en la escuela de párvulos iba bastante adelantado en cuanto a lectura y escritura. Entre siete y ocho años leía con bastante fluidez e intercambiaba tebeos para leer entre mis compañeros de clase. ¡También empezó mi guerra particular con las matemáticas! Entre los diez y los doce fui ampliando el conocimiento de algunos de los personajes tebeísticos editados en España –hoy clásicos-- de la década de 1940.

En esos tiempos duros de la posguerra civil, la muerte de mi tío, acrecentó el enfrentamiento entre cuñadas. Mi tía y mi madre, siempre andaban a la greña. Por ese motivo, mi madre abandonó la casa que hasta entonces había sido su hogar --por voluntad de tío Federico-- y se buscó una nueva casa para nosotros. Un trabajo que le requería muchas horas del día,  la obligó a internarme en un colegio, donde estuve unos cuatro años. ¡A mí me parecieron siglos!

Los tebeos que leía habitualmente, eran aquellos me llevaba mi madre al internado cada domingo. Generalmente, los de EL GUERRERO DEL ANTIFAZ. Los ratos de ocio compartidos hacía más llevadera aquella situación insólita para mí. Leía los cuadernos en un santiamén, entregándoselos acto seguido a mi madre para que se los llevara a casa.



EL JINETE FANTASMA nº66 - Inicio (1947) - Ambròs-Federico Amoròs

No me fiaba de retenerlos, por si acaso desaparecían. ¡En aquellos tiempos las  taquillas todavía estaban por inventar! Recuerdo también como si fuera hoy, un cuaderno de la colección EL JINETE FANTASMA, titulado UN MAL PASO. Me impactó especialmente, el tamaño más grande que los tebeos que estaba acostumbrado a manejar. ¡Y esa fué una de 
mis colecciones de referencia!

He de manifestar, que a pesar de carecer de tebeos en el internado, sí leía todo aquel que caía en mis manos fruto del préstamo que hacíamos los chicos. Allí, entré en conocimiento con algunos dibujantes de historietas y con diversos héroes de papel. Pronto fueron reconocibles las sagas de PULGARCITO, JAIMITO, HAZAÑAS BÉLICAS, LA VUELTA AL MUNDO DE DOS MUCHACHOS, EL PEQUEÑO SHERIFF, SUCHAI y otros. Me gustaban mucho, los cuadernos apaisados con las aventuras de EL CAPITÁN MARVEL.



SUCHAI nº3 - Inicio (1949) - Ferdinando Tacconi-Tristano Torelli

Llegué a identificar a los títulos de lectura obligada o continuada de la época. Hoy, son colecciones de leyenda. Entre otras, citar a EL HOMBRE ENMASCARADO, FLASH GORDON, ROBERTO ALCÁZAR (Y PEDRÍN), CHICOS, FLECHA NEGRA o EL DIABLO DE LOS MARES. Empecé a viajar imaginariamente por diversos continentes y países gracias a los tebeos. Era un vagabundeo barato por diferentes rincones del mundo mediante unas hojas impresas. 

EL CAPITÁN MARVEL nº3 - Inicio (1949) - C. C. Beck-Bill Parker

Aquellos personajes que parecían pegados a la celulosa de ínfima calidad, mantenían viva la imaginación y me hacían soñar despierto. Aunque parezca una perogrullada, en aquella años en la que España soportaba una dictadura cruel, el ejemplo de aquellos héroes me empujaba a querer convertirme en protagonista para mejorar lo que creí estaba mal.  

Una anécdota que me sucedió en el internado, a los 11 años más o menos, consistió en permutar el bocadillo que me entregaba mi madre semanalmente por la colección encuadernada en tomos de RAYO KIT. ¡Un cambio que me pareció la gloria! Como la comida estaba bien, el suplemento alimenticio cada siete días era algo de lo que podía prescindir. Aquellos tebeos sí me los quedé para poderlos saborear lentamente.
           
      RAYO KIT (álbum) nº6 - Inicio (1950) - G. Iranzo 

Unos meses después, salí de forma precipitada y sin previo aviso del internado. Mi madre había mejorado su estatus. Estaba a punto de contraer nuevas nupcias con mi futuro padrastro. Éste, persuasivamente casi obligó a mi madre a sacarme de inmediato, del que consideraba un nido de pobres y desarraigados muchachos, debido a unos tiempos calamitosos. Mi padrastro Francesç, siempre fue un caballero conmigo y con toda la gente que le conoció.

Los sufridos lectores de estas líneas se preguntarán ¿Qué se hizo de la colección de RAYO KIT? Muy sencillo. Contento como unas castañuelas como estaba por salir del lugar, se la regalé al compañero Antoni Miquel, quien resultaría decisivo años después para ampliar mi círculo de amistades.  

Al poco de mi salida del internado, mi madre decidió asignarme una cantidad de dinero semanal para mis gastos. ¡Qué hacía con este dinero? ¡Naturalmente, comprar tebeos! Fruto de disponer de pesetas frescas, en el quiosco habitual vi una portada de la colección de tebeos de EL PUMA, dibujada por Martínez Osete, que me fascinó. Adquirí el cuaderno de inmediato. Y seguí comprando este tebeo hasta el final. Fueron 120 números.

Una proeza para un chaval que empezó con 11 años y acabó la saga dos años más tarde. Luego, un vecino se encargó de sustraerme la colección, poco a poco, cuando estaba haciendo  el Servicio Militar. A  mi madre la engañó, pidiéndole prestado una gran cantidad de publicaciones para devolverle sólo una parte.
                                                                     
UN ENCUENTRO AMIGABLE                                                                                                 
A los 12 años, tuve la enorme fortuna de conocer al que se convertiria en uno de mis mejores y eternos amigos. La cosa fue como sigue. Un caluroso dia de verano, paseando por la Rambla del Poble Nou con un tebeo bajo el brazo, al ir a sacar el pañuelo del bolsillo el cuaderno se me cayó al suelo. En aquel instante, un chico que aparentaba una edad similar a la mía y que pasaba por allí, se agachó rápidamente, recogió el ejemplar y me lo entregó.

¡Caray!-dijo. -Es un PULGARCITO. Estos tebeos son los que más me gustan.
-Gracias-le contesté mirándole a los ojos. –Sí. Es un PULGARCITO. Pero yo prefiero  más los tebeos de aventuras como los de EL GUERRERO DEL ANTIFAZ
-¡Qué bien!-continuó el desconocido. Poco instantes después, tendió la mano y apuntó:
-Me llamo Emili Bona.
-Y yo, Josep María Delhom.

Así fue nuestro primer encuentro. Recuerdo que me comentó que por las mañanas hacia de aprendiz en una ferretería del barrio y que vivía en el Clot. Por las tardes estudiaba. Luego, durante los años siguientes, nos seguimos viendo y cambiando puntos de vista y hablando de tebeos.

A él, aparte de las publicaciones de humor siempre le entusiasmaron las aventuras francesas de EL PROFESOR MAGNUS CONTRA EL DOCTOR CICUTA, editados en España por las editoriales Proa e Hispano Americana, respectivamente. Nunca conocí esas historietas hasta que me convertí, sin darme cuenta, en coleccionista. Los encuentros con Bona terminaron fraguando una amistad duradera. Cuando empezó el Dibujo Humorístico por correspondencia, también me lo hizo saber.
El profesor Magnus contra el Dr. Cicuta nº9 - Inicio (1944) - Erik

Después, Bona enlazó con unos cursos de Dibujo de Historietas. ¡Oh, casualidad! Uno de sus mejores profesores ilustró tebeos durante unos años. Era el artista José Llobera. En aquel entonces, no le reconocí. Años más tarde, comprobé que fue uno de los mejores portadistas de la Editorial Hispano Americana entre finales de la década de 1940 y hasta mediados de la de 1950.

De los 11 hasta los 16 años, durante los meses de vacaciones que disfruté en los colegios en los cuales cursé estudios, aprovechaba para leer mucho, pasear un poco y salir a la calle a jugar con los chicos que circundaban las calles aledañas a mi domicilio. Siempre encontraba voluntarios para los juegos de canicas, los tres en raya, las cartas o cualquier otro invento ludico improvisado en plena calle o en una plazoleta cercana. Había tan poco tránsito rodado que resultaba una delicia poder disfrutar de aquellas correrías infantiles.

Las fiestas mayores de mi  barrio, Poble Nou, las disfrutaba como un niño más. Asistía en casi todas las actividades que se organizaban. Menos bailar, que dejaba de corresponderme por la edad,  me gustaba meter la nariz en todo y asistir en cuanta actividad se presentaba. Especialmente gratificante para mí, resultaban las carreras de sacos y las atropelladas carreras para coger fruta. ¡Eran emocionantes!

Esta última actividad para chicas y chicos, consistía en que se colocaba un gran balde cubierta de agua y llena de fruta. Los que querían tomar parte en aquel juego alimenticio, debían ponerse en fila, uno detrás de otro. A toda velocidad, debían meter la mano y sin parar, intentar agarrar cualquier pieza que pudieren. 

En una de esas alegres manifestaciones festivas, pasé por una de las calles donde se celebraba el rito anual de la fruta. En la mano llevaba un tebeo de EL JINETE FANTASMA. No fue impedimento para que intentara sacar del recipiente acuoso, lo que  pudiese.
Cuando me tocó el turno, corrí como una centella, metí la mano derecha --.en la izquierda portaba el tebeo-- y arramblé un melón de tamaño pequeño. 

Del ímpetu desplegado en la acometida, la revista y la fruta se me cayeron al suelo. El cuaderno mojado –lo tuve que colgar con las pinzas de tender la ropa de mi madre para que se secara--, el melón, se salvo de reventar y nos lo comimos de postre.

En esos tiempos, canviaba tebeos con los chavales. Las niñas eran algo más inclinadas a leer lo que les recomendaban y se fiaban poco de los muchachos. Algunas preferían los cuentos de hadas tipo AZUCENA o FLORITA. No obstante, la mayoría de féminas preferían leer los cuadernos de humor y los de aventuras. Yo andaba entre Pinto y Valdemoro oscilando entre unas y otros.
 
AZUCENA nº11 - Inicio (1946) - Rosa Galcerán

Como era lógico suponer, la chavalería adoptó pronto diferentes palabras pronunciadas por diferentes protagonistas de los tebeos. Fueron especialmente seguidos, los cuadernos de ROBERTO ALCÁZAR Y PEDRÍN y también de la revista PULGARCITO. De la primera colección tuvieron la acogida más favorable las frases,”Toma del frasco Carrasco” y “Ostras, PEDRÍN”, pronunciadas por el inefable compañero menor de ROBERTO.

De PULGARCITO quizás salieron un conjunto de expresiones ineditas. Copiábamos un montón de insultos casi desconocidos en los tebeos hasta entonces. Unas muestras eran las palabras, “batracio”, “botarate” y “mastuerzo”. En cuanto a las frases más usadas, eran entre otras,  “voto a mil culebras” y “rayos y centellas”.

ROBERTO ALCÁZAR (Y PEDRÍN) nº34 - Inicio (1940-1941) - Vicente Vañó-Javier Puerto


LECTURAS DE PARA CHICAS Y CHICOS                                                                           
Mi viva curiosidad permitió que tuviera acceso a la lectura de diferentes propuestas editoriales dedicadas a las chicas. Mientras mis compañeros de juegos apenas entendían que prestara los FLECHA NEGRA por FLORITA, siempre creí que con ello ampliaba mi horizonte de lector. 

¡Cómo siempre las féminas, desde la tierna edad, demostraban ser más listas que los varones! Por suerte, siempre pude mantener conversaciones con ellas sobre su aficiones lectoras. El resto de participantes masculino quedaba retratado porqué nunca sabían de que les hablaban. ¡Todos se consideraban muy machos para leer tebeos de niñas !

Esa igualdad en la lectura y los sabios consejos familiares, me orientaron hacia un compromiso moral hacia las chicas y más tarde hacia todo el sexo femenino en particular. Siempre he defendido en todas partes a la mujer, a pesar e las trifulcas domésticas. Quienes me conocen pueden certificarlo. Entiendo que quien busca la guerra de hombre-mujer, se lo tiene que hacer mirar.

La mujer debe tener la misma paridad de oportunidades, ha de ser tratada como una igual, disfrutando de mismo trato e idénticas posibilidades ante la vida, el trabajo y las costumbres. Desde adolescente sigo practicando aquello que me enseñaron mis padres. Y siempre afirmo que si no hubiesen mujeres habría que crearlas por lo mucho e importante que han aportado y siguen dando a la sociedad, a la familia y al propio sexo masculino. 

Después de estas reflexiones, continuemos....

Tras pasar un año en una escuela cercana a mi casa en el barrio del Poble Nou, en ella conocí a un par de compañeros de correrías, Josep Mª Canet y al gigante Joan Veleta --éste, medía 2,10  mts. de altura al final de su crecimiento--, con los que compartí la afición a los tebeos. Esa relación, permitió que nos prestáramos diferentes cuadernos de aventuras que eran nuestros preferidos.

Otro vivo recuerdo de aquellos años, tiene como obligada referencia a mi colección preferida, a EL GUERRERO DEL ANTIFAZ. Con un chaval con el que compartía juegos, cambié 12 cuadernos del héroe enmascarado por la colección de cromos del mismo personaje. El álbum completo, ofrecía las dos primeras aventuras a modo de estampas.

Era una locura más a sumar por mi predilección hacia productos populares, las novelas, los tebeos y entonces, los cromos. Esta última afición duró poco tiempo, aunque seguí algunas colecciones como ESCENAS DEPORTIVAS DE TODO EL MUNDO  junto con el gran álbum de EL COYOTE, que presentaba una portada excepcional de Batet. Igualmente pasé a comprar algunas colecciones de folletines como BIRD EL PEQUEÑO SALTIMBANQUI, LOS VAMPIROS DEL AIRE y DICK TURPIN. Al final, desistí de tener tantos frentes abiertos para mis adquisiciones. El peculio daba sólo para escoger una o dos opciones.

En el último trimestre de 1953, ingresé en el Colegio la Salle de Barcelona para estudiar Comercio. Aquellos cures, auspiciados por el régimen franquista y a quienes se les dio potestad para impartir la enseñanza privada fue una decisión política deleznable. Desde el primer día en que puse los pies allí, entendí muy bien, que la vida a veces te obliga a asumir papeles que son una pesada carga. Actualmente, la democracia ha conseguido hacer evolucionar, las estructuras arcaicas y conservadoras de esa escuela.

En mi época de estudiante, no me gustaba La Salle por lo lejos que estaba de casa pues debía de coger la línea de tranvía nº.41 para desplazarme hasta el colegio. Era un desplazamiento de una media hora y el recorrido comunicaba el barrio de San Martí y la calle Trafalgar. Tampoco resultaba de mi agrado quedarme a media pensión, cosa que mis padres me impusieron. La  comida escolar era regular y por ese motivo, pasaba de comer allí. Lo intenté, pero no hubo forma de evitarlo. 

Por otro lado, considerable frustrante la enseñanza con rezos a menudo. En cuanto a los maestros --con algún pederasta incluido--, me eran antipáticos la mayoría. Y en cuanto a la fiesta del jueves por la tarde, la consideraba regresiva frente a la del sábado en la mayoría de escuelas barcelonesas. 


Comprobé por desgracia, que en aquel centro de enseñanza salía perdiendo si lo comparaba con el anterior. Lo más  positivo, eran la mayoría de alumnos que compartían la clase de Comercio conmigo. En el colegio, seguí cuatro años con desesperación, ruegos que sirvieron de poco y aguantar un sistema autoritario de enseñanza que apenas me sirvió en la vida. El máximo conocimiento lo encontré en la lectura extra escolar, la experiencia y el querer aprender.

(Continuará)


    JUAN CENTELLA nº17  - Inicio (1940) - Carlo Cossio-Vincenzo Baggioli



1 comentario:

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